/ domingo 30 de mayo de 2021

Acto de campaña en Aguililla acaba en huida

Durante el tiempo que estuvieron detenidos recibieron amenazas, hacían señas, mentaban madres, golpeaban los cristales para después golpearse a ellos mismos

AGUILILLA. Un policía comenzó a correr a la distancia y con señas desesperadas pedía a la prensa que hiciera lo mismo. Vino la confusión. Las camionetas trataban de arrancar, pero no sabían a dónde.

Pisaban el acelerador, pero luego retrocedían. No había plan B. Lo que parecía una gira de campaña “tranquila” y “triunfal” luego de que Juan Antonio Magaña de la Mora fue el primer candidato a gobernador de Michoacán en hacer un acto de campaña en Aguililla, se convirtió en temor y angustia al no saber qué harían los encapuchados que frenaron el paso de la comitiva que iba de regreso hacia Apatzingan.

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Cuando el helicóptero militar comenzó a sobrevolar por la zona de El Terrero, en el municipio de Buenavista, aquellos mensajes de WhatsApp que previamente sus hijos le habían mandado al candidato del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) tomaron sentido: “ay papá, mejor no vayas”, “neta, ya regrésate”.

Minutos antes, el candidato se mostraba triunfante tras haber logrado introducirse al municipio de Aguililla sin mayores inconvenientes. Caminó por las calles del pueblo, saludó a los habitantes que estaban alrededor de la plaza principal, realizó un mitin y comió birria con arroz junto con el resto de su equipo.

En cuanto la camioneta abandonó Aguililla, el chófer conducía a alta velocidad y con el aval del político. “Él es el Lobo, maneja bien, tenemos que ir así porque es la única manera de salir rápido”, justificaba Magaña de la Mora.

“¿Oye y esa moto?”, preguntó al Lobo cuando se percató de que a media carretera se encontraba el vehículo abandonado y sin señales de presencia humana. Su chófer estaba tratando de teorizar algunas posibilidades, cuando el bloqueo apareció al frente de Magaña de la Mora.

Su rostro fue otro cuando la patrulla de la policía de Michoacán se detuvo sorpresivamente y con señas los elementos anunciaban que había que retroceder.

“Son de la comunidad, no quieren dejar pasar, está la opción de tomar otro camino de terracería”, le informó un elemento de la Policía Michoacán a través de la ventanilla. Por unos segundos, el candidato no atinó a dar respuesta, hasta que dejó escapar un tímido “hay que esperar a ver cómo se da todo”.

Todos estaban encapuchados. Se contaban por cientos y no tenían miedo a la Policía Militar ni mucho menos a los estatales. No se sabía qué querían con precisión, pero intimidaban. Algunos iban y venían en motocicletas, fiel al estilo de lo llamados halcones del crimen organizado.

La prensa trataba de grabarlos, pero acercarse a ellos no era opción.

Los pocos vehículos que compartían carretera con el candidato se atrevieron a afirmar que eran del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG); pero algunos encapuchados hacían la “V” de los Viagras.

Se tuvo que forzar el diálogo. Hasta que un policía llegó con la buena noticia: “Ya nos van a dejar pasar, pensaban que éramos gente del gobierno”.

Durante el tiempo que estuvieron detenidos recibieron amenazas, hacían señas, mentaban madres, golpeaban los cristales para después golpearse a ellos mismos, como diciendo: “¡Ey!, mira, el miedo está del otro bando”.

AGUILILLA. Un policía comenzó a correr a la distancia y con señas desesperadas pedía a la prensa que hiciera lo mismo. Vino la confusión. Las camionetas trataban de arrancar, pero no sabían a dónde.

Pisaban el acelerador, pero luego retrocedían. No había plan B. Lo que parecía una gira de campaña “tranquila” y “triunfal” luego de que Juan Antonio Magaña de la Mora fue el primer candidato a gobernador de Michoacán en hacer un acto de campaña en Aguililla, se convirtió en temor y angustia al no saber qué harían los encapuchados que frenaron el paso de la comitiva que iba de regreso hacia Apatzingan.

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Cuando el helicóptero militar comenzó a sobrevolar por la zona de El Terrero, en el municipio de Buenavista, aquellos mensajes de WhatsApp que previamente sus hijos le habían mandado al candidato del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) tomaron sentido: “ay papá, mejor no vayas”, “neta, ya regrésate”.

Minutos antes, el candidato se mostraba triunfante tras haber logrado introducirse al municipio de Aguililla sin mayores inconvenientes. Caminó por las calles del pueblo, saludó a los habitantes que estaban alrededor de la plaza principal, realizó un mitin y comió birria con arroz junto con el resto de su equipo.

En cuanto la camioneta abandonó Aguililla, el chófer conducía a alta velocidad y con el aval del político. “Él es el Lobo, maneja bien, tenemos que ir así porque es la única manera de salir rápido”, justificaba Magaña de la Mora.

“¿Oye y esa moto?”, preguntó al Lobo cuando se percató de que a media carretera se encontraba el vehículo abandonado y sin señales de presencia humana. Su chófer estaba tratando de teorizar algunas posibilidades, cuando el bloqueo apareció al frente de Magaña de la Mora.

Su rostro fue otro cuando la patrulla de la policía de Michoacán se detuvo sorpresivamente y con señas los elementos anunciaban que había que retroceder.

“Son de la comunidad, no quieren dejar pasar, está la opción de tomar otro camino de terracería”, le informó un elemento de la Policía Michoacán a través de la ventanilla. Por unos segundos, el candidato no atinó a dar respuesta, hasta que dejó escapar un tímido “hay que esperar a ver cómo se da todo”.

Todos estaban encapuchados. Se contaban por cientos y no tenían miedo a la Policía Militar ni mucho menos a los estatales. No se sabía qué querían con precisión, pero intimidaban. Algunos iban y venían en motocicletas, fiel al estilo de lo llamados halcones del crimen organizado.

La prensa trataba de grabarlos, pero acercarse a ellos no era opción.

Los pocos vehículos que compartían carretera con el candidato se atrevieron a afirmar que eran del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG); pero algunos encapuchados hacían la “V” de los Viagras.

Se tuvo que forzar el diálogo. Hasta que un policía llegó con la buena noticia: “Ya nos van a dejar pasar, pensaban que éramos gente del gobierno”.

Durante el tiempo que estuvieron detenidos recibieron amenazas, hacían señas, mentaban madres, golpeaban los cristales para después golpearse a ellos mismos, como diciendo: “¡Ey!, mira, el miedo está del otro bando”.

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