/ viernes 20 de julio de 2018

Crisis política mayor por grave escándalo que acecha a Macron

Un miembro del equipo del presidente francés fue filmado mientras pateaba y golpeaba a un manifestante

PARÍS, Francia. El presidente francés Emmanuel Macron quedó sumergido en una crisis política mayor, debido al comportamiento descontrolado de un miembro de la seguridad del Palacio del Elíseo, que el 1 de mayo usurpó funciones policiales y fue filmado mientras golpeaba y pateaba a un manifestante.

El video lo muestra junto a los efectivos de seguridad encargados de mantener el orden, equipado con un casco de las fuerzas anti-motines CRS y con un brazalete rojo que lleva la inscripción “policía”.

El episodio se transformó en el primer escándalo político del nuevo gobierno porque el autor de la agresión, Alexandre Benalla, era un hombre de extrema confianza del presidente: después de haber sido responsable de la seguridad de Macron durante la campaña, desde su llegada al poder en 2017 fue designado “responsable de misión” en el palacio presidencial. Como adjunto del jefe de gabinete del presidente, François-Xavier Lauch, tenía un despacho y era el cargado de organizar la seguridad de los viajes presidenciales.

Benalla había solicitado autorización para acudir como "observador" a la manifestación del 1 de mayo, que fue acordado por su responsable, pero sin ninguna atribución para intervenir en la represión de los disturbios provocados por grupos ultras en la Plaza de la Contraescarpe, en el corazón del Barrio Latino de París.

Pese a la presión de la prensa, Macron mantuvo ayer un hermetismo absoluto y se rehusó a formular declaraciones sobre el caso. Los servicios de la presidencia, sin embargo, intentaron desactivar la bomba política explicando que inmediatamente después de participar en esa manifestación, Benalla fue suspendido durante dos semanas y luego recuperó su trabajo, aunque fue trasladado a otro puesto de carácter administrativo.

En la práctica, sin embargo, nunca cambió de funciones porque el 1° de julio fue el responsable de la seguridad para la ceremonia de ingreso de los restos de Simone Veil al Panteón.

Un video más reciente, filmado el lunes pasado, lo muestra con un teléfono celular en la mano junto al autobús que trasladó a la selección francesa durante su paseo triunfal por los Campos Elíseos para festejar la victoria en la Copa Mundial de Futbol.

Toda la clase política, desde la derecha hasta extrema izquierda, coincidió ayer en condenar el comportamiento de Benalla.

Numerosos parlamentarios pidieron una investigación más amplia para determinar “si en Francia existe una fuerza policial paralela al servicio del poder” y expusieron su perplejidad sobre el extraño recorrido realizado por Benalla en los medios políticos. Ese personaje, que se presenta como especialista de la seguridad, integró los servicios de orden de Martine Aubry cuando era secretaria general del Partido Socialista, de François Hollande durante la campaña que llevó al poder y luego de Arnaud Montebourg, que lo licenció por haber protagonizado un “grave incidente” de tránsito.

Tras incorporarse al grupo privado de seguridad Velours, trabajó durante un tiempo en África del Norte y Oriente Medio hasta que en 2016 fue contratado como responsable de seguridad de la campaña de Macron.

En marzo de 2017, en vísperas de la elección presidencial, protagonizó un violento incidente en la ciudad de Caen con un periodista. Dos meses después fue contratado como “responsable de misión” en el Palacio del Elíseo encargado de organizar los viajes presidenciales.

Si pudo llegar a ocupar esas funciones es porque contaba con la total confianza de Macron y de su esposa Brigitte, que fue forjando en forma paulatina durante la campaña. “Entre ellos se creó una relación particular”, aseguró un miembro del equipo. “Benalla prácticamente vivía con ellos y participaba en todas sus actividades oficiales como privadas”, agregó.

Debido al silencio de Macron, cada hora que pasa agiganta las dimensiones de este episodio. Aunque al presidente francés no le gusta actuar bajo presión, esta vez parece obligado a explicarse rápidamente para evitar que el primer escándalo político de su presidencia se transforme en un affaire d’Etat.


PARÍS, Francia. El presidente francés Emmanuel Macron quedó sumergido en una crisis política mayor, debido al comportamiento descontrolado de un miembro de la seguridad del Palacio del Elíseo, que el 1 de mayo usurpó funciones policiales y fue filmado mientras golpeaba y pateaba a un manifestante.

El video lo muestra junto a los efectivos de seguridad encargados de mantener el orden, equipado con un casco de las fuerzas anti-motines CRS y con un brazalete rojo que lleva la inscripción “policía”.

El episodio se transformó en el primer escándalo político del nuevo gobierno porque el autor de la agresión, Alexandre Benalla, era un hombre de extrema confianza del presidente: después de haber sido responsable de la seguridad de Macron durante la campaña, desde su llegada al poder en 2017 fue designado “responsable de misión” en el palacio presidencial. Como adjunto del jefe de gabinete del presidente, François-Xavier Lauch, tenía un despacho y era el cargado de organizar la seguridad de los viajes presidenciales.

Benalla había solicitado autorización para acudir como "observador" a la manifestación del 1 de mayo, que fue acordado por su responsable, pero sin ninguna atribución para intervenir en la represión de los disturbios provocados por grupos ultras en la Plaza de la Contraescarpe, en el corazón del Barrio Latino de París.

Pese a la presión de la prensa, Macron mantuvo ayer un hermetismo absoluto y se rehusó a formular declaraciones sobre el caso. Los servicios de la presidencia, sin embargo, intentaron desactivar la bomba política explicando que inmediatamente después de participar en esa manifestación, Benalla fue suspendido durante dos semanas y luego recuperó su trabajo, aunque fue trasladado a otro puesto de carácter administrativo.

En la práctica, sin embargo, nunca cambió de funciones porque el 1° de julio fue el responsable de la seguridad para la ceremonia de ingreso de los restos de Simone Veil al Panteón.

Un video más reciente, filmado el lunes pasado, lo muestra con un teléfono celular en la mano junto al autobús que trasladó a la selección francesa durante su paseo triunfal por los Campos Elíseos para festejar la victoria en la Copa Mundial de Futbol.

Toda la clase política, desde la derecha hasta extrema izquierda, coincidió ayer en condenar el comportamiento de Benalla.

Numerosos parlamentarios pidieron una investigación más amplia para determinar “si en Francia existe una fuerza policial paralela al servicio del poder” y expusieron su perplejidad sobre el extraño recorrido realizado por Benalla en los medios políticos. Ese personaje, que se presenta como especialista de la seguridad, integró los servicios de orden de Martine Aubry cuando era secretaria general del Partido Socialista, de François Hollande durante la campaña que llevó al poder y luego de Arnaud Montebourg, que lo licenció por haber protagonizado un “grave incidente” de tránsito.

Tras incorporarse al grupo privado de seguridad Velours, trabajó durante un tiempo en África del Norte y Oriente Medio hasta que en 2016 fue contratado como responsable de seguridad de la campaña de Macron.

En marzo de 2017, en vísperas de la elección presidencial, protagonizó un violento incidente en la ciudad de Caen con un periodista. Dos meses después fue contratado como “responsable de misión” en el Palacio del Elíseo encargado de organizar los viajes presidenciales.

Si pudo llegar a ocupar esas funciones es porque contaba con la total confianza de Macron y de su esposa Brigitte, que fue forjando en forma paulatina durante la campaña. “Entre ellos se creó una relación particular”, aseguró un miembro del equipo. “Benalla prácticamente vivía con ellos y participaba en todas sus actividades oficiales como privadas”, agregó.

Debido al silencio de Macron, cada hora que pasa agiganta las dimensiones de este episodio. Aunque al presidente francés no le gusta actuar bajo presión, esta vez parece obligado a explicarse rápidamente para evitar que el primer escándalo político de su presidencia se transforme en un affaire d’Etat.


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