Pasan por debajo de casas, parcelas, cerca de escuelas y empresas. Se trata de los ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex) por donde el combustible es transportado a las estaciones de servicio.
De acuerdo con Petróleos Mexicanos, de 2016 a 2018 estos ductos presentaron 17 derrames de combustibles, 12 de ellos que generaron afectaciones cerca de viviendas, como fue el derrame ocurrido en Carrizal Grande y que llegó hasta las aguas del arroyo Santa Rita y del río Guanajuato, lo cual generó cinco incendios de estos afluentes.
Pero, ¿son peligrosos estos ductos? Ricardo Ortiz Gutiérrez, presidente municipal de Irapuato, explicó que han pedido informes a Petróleos Mexicanos sobre cuánto de los 87 kilómetros de ductería que en total corren por Irapuato están en funcionamiento y así detectar cuáles serían los puntos de riesgo a considerar.
Y es que el Atlas de Riesgo de Gobierno del Estado identifica que en Irapuato hay siete tramos donde los ductos pasan cerca de escuelas, empresas y viviendas de la zona urbana, por lo que pide a la autoridad municipal monitorear esos tramos, para que no generen riesgos por alguna posible toma clandestina.
“Cualquier ducto conlleva alguna gran dosis de riesgo, lo que pasó en Hidalgo tenemos que considerarlo todos, pero al final de cuentas con esta vigilancia que está habiendo por el Ejército incluso de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado esperemos que se reduzca el saqueo de combustible”, dijo el presidente municipal de Irapuato.
Ricardo Ortiz dijo que hasta el momento no tienen datos de que ductos pasen por debajo de escuelas, pero sí de viviendas; incluso, hay ductos, como en Lo de Juárez, que está en medio de parcelas que fueron habilitadas como viviendas y que incluso fueron ordeñados consuetudinariamente, lo que llevó a Irapuato en 2016 a ocupar el primer lugar nacional con más tomas clandestinas detectadas, con 333 casos.
“No conozco ductos que estén por debajo de escuelas, no debería de ser, pero cerca de casas sí, el problema es que muchas viviendas se instalaron después de que estaba el ducto, pero hay ductos que tienen 40 años desde que se instaló la refinería, a lo mejor ahí fue donde hubo alguna falta de cuidado, para que se instalaran estas viviendas tan cerca, pero Protección Civil ha estado haciendo su revisión y esperamos que no tengamos algún problema”.
Ductos riesgosos
Por ejemplo, el edificio de la División de Ciencias de la Vida de la Universidad de Guanajuato, ubicado en El Copal, fue construido a no más de 150 metros de los ductos de Pemex que pasan por esa comunidad; incluso, uno de los ductos está justo frente a la caseta de vigilancia de este complejo educativo.
Pero no sólo eso, los ductos también pasan cerca de empresas. Castro del Río es el claro ejemplo, pues hay empresas que tienen fuera de sus instalaciones los ductos de Pemex, incluso en las áreas verdes y banquetas por donde caminan a diario los trabajadores.
En Lo de Juárez, por ejemplo, hay ductos que pasan cerca de viviendas. Y aunque Lo de Juárez en 2016 también fue la comunidad con más tomas clandestinas en todo el país e incluso el que más explosiones de ductos tubo, con 23 casos, ninguna explosión ocurrió dentro de alguna vivienda, pero sí cerca de éstas; la más cerca ocurrió a 250 metros, donde el ancho del río Silao ayudó a mantener la distancia entre el fuego de la toma clandestina y las viviendas.
“Hemos estado platicando con la gente de Pemex para que nos den datos, aunque en algunos de los casos, por ejemplo, pasan ductos de Pemex que ya no están en operación, el caso de la entrada de Irapuato y salida a Salamanca, hay un ducto que corre ahí por Jardines de la Hacienda que ya no está en operación, está el tubo, pero lo dejaron de operar hace mucho tiempo, como que fueron construyendo otros más operativos y habrá que diferenciar cuáles están en funcionamiento y cuáles no”.
Vivir entre ductos
Romina Fuentes Cano, habitante de la comunidad La Calera, es vecina de un ducto de Pemex. Ese ducto pasa no más de 27 metros de la puerta de su casa y ella ha desarrollado la capacidad de saber cuándo un ducto es ordeñado.
“Cuando ordeñan un ducto, la tierra vibra, el tubo bufa, como que sale con más presión. Por ejemplo, cuando ordeñan por Ex Hacienda de Márquez, es cuando se siente la presión; cuando ordeñan en Lo de Juárez, el tubo deja de vibrar y es porque ya no corre gasolina y es cuando sabemos que está una nueva toma clandestina”.
Romina tiene 35 años viviendo en La Calera y ella fue testigo cuando comenzaron a poner los ductos de Pemex.
“Les dijimos ‘echen eso para allá, si explota nos vamos a quemar’, pero desde entonces ya sabía que de ahí se podía robar la gasolina, pues nos dijeron los que los estaban poniendo, ‘les va a convenir, cuando no tengan gasolina, de aquí la sacan’.
“Y los pusieron muy sencillo: abrían la tierra, ponía el ducto, le echaron tierra y se fueron. Nos pagaron en ese entonces a 15 pesos el metro de tierra que afectaron y nos dijeron que no construyéramos ahí encima o nos metían a la cárcel por estar en zona federal”.
Sin embargo, hablar de ductos es también hablar de miedo. A Romina le ofrecían 500 pesos cada quincena por hacerse de la ‘vista gorda’ mientras a un kilómetro de su casa ordeñaban el ducto.
“Yo no agarré el dinero, pero hay gente que sí lo agarró, pero yo no quiero meterme en problemas”.
Comunidades desoladas por cierre de ductos
Santiago Varela, habitante de Lo de Juárez, tenía un pequeño puesto de fruta picada y aguas frescas afuera de su casa, pero dejó de vender porque cuando cerraron el ducto Salamanca-León en diciembre pasado, “la gente de las camionetonas” dejó de ir a comprarle.
“Venían muchos en camionetas, camiones y se llevaban a los muchachos a trabajar con ellos. Les daban 500 pesos diarios por llenar los barriles de gasolina, los de las camionetonas ellos eran lo que abrían. Y una vez me dijeron que si no tenía agua, les dije que sí y me dijeron que si no les hacía agua fresca de naranja y les hice y luego ya cada que venían me compraban agua, venían casi cada tercer día y empecé a vender, pero desde diciembre ya no vinieron”.
En el ambiente de Lo de Juárez sólo queda el olor a combustible de los derrames de las tomas clandestinas, pero a decir de los habitantes de la zona ya no se ve el ir y venir de camionetas con contenedores; no obstante, saben que un día regresarán.
“Ese negocio dejaba mucho dinero en la comunidad y va a regresar, cuándo, quién sabe, pero van a dejar de ordeñar hasta que quiten los ductos y eso no va a pasar”, dice don Santiago, quien lleva 60 de sus 82 años viviendo en Lo de Juárez.