La maestra Gemma Gamiño ha logrado convencerse de una sola cosa en su vida: “si volviera a nacer, volvería a ser maestra”.
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Desde hace 55 años, Gemma Gamiño ha sido maestra en Irapuato aseguró que eligió su profesión bien, pues incluso si existe otra vida, en ella también buscaría volver a ser maestra.
Para Gemma Gamiño, la docencia es un amor que le inculcó su padre, quien en pese a también dedicarle su vida a ser maestro, no quería que ella se dedicara a esta profesión, pues ser maestro es una de las actividades más demandantes y poco remuneradas en el país, explicó.
Si bien, el ser maestro es una de las profesiones más complicadas que hay en el mundo, poco le importó a la maestra Gemma, quien desde joven adoptó su amor por enseñar, por el simple hecho de formar a la postre mujeres y hombres de bien.
Los primeros pasos de Gemma en la docencia no fueron sencillos y menos en el municipio de Irapuato, pues para la década de 1960 había muy pocos centros educativos, para ser exactos sólo un jardín de niños, el “Laura Domínguez”, que fue el primer preescolar en Irapuato, el cual aún presta servicio educativo y está ubicado a un costado de la estación del ferrocarril y en donde ella, proveniente del estado de Michoacán, llegó a ejercer, siendo una de las dos maestras que había en este centro educativo.
“Fue en 1968 cuando termino mis estudios en Michoacán y me mandan a Irapuato. En ese momento sólo existía un jardín de niños, justo a un lado la estación del ferrocarril, pues ese era el principal punto de la ciudad en esos años; ahí llegue, pero en ese momento era tan poca la gente que asistía a estos espacios educativos, que sólo éramos otra maestra y yo”, narró.
Contó que tanto fue su amor por ejercer la docencia, que poco le importó la matrícula de alumnos que tenía en ese momento, por lo que luego de las clases, junto a su compañera maestra, salían a las calles de Irapuato a invitar a que más niñas y niños asistieran al jardín de niños, para comenzar a desarrollarse en el ámbito escolar.
“Eran muy poquitos los alumnos que teníamos, por lo que un día nos decidimos salir a buscar a las calles a los papás de niñas y niños e invitarlos que se unieran a este Jardín, por lo que puerta por puerta nos salimos, hasta que logramos juntar dos salones”, dijo.
Al paso del tiempo, su amor por la docencia la llevaron a no rendirse y con poco después la matrícula de alumnos que asistían a este preescolar se había triplicado, por lo que ya les era insuficiente, por lo que habían logrado su primer cometido, pero ahora tendrían que enfrentar un reto aun mayor, que era buscar la creación de más jardines de niños que lograran dar atención a el alumnado que comenzaba a interesarse en este sistema.
“Estábamos muy felices, logramos que muchos niñas y niños se unieran con nosotros, pero esto creció demasiado al paso del tiempo, por lo que después ya no nos dábamos abasto, aun y cuando ya nos habían mandado más maestras, por lo que ahora venía otro reto: buscar que nos apoyaran las autoridades para la construcción de nuevos jardines”, mencionó.
Y así es como desde entonces comenzaron en la búsqueda de terrenos para gestionar el recurso para la construcción de nuevos centros educativos para seguir dando atención a la matrícula de niñas y niños que año con año creció aún más, tanto, que en más de 50 años logró impulsar desde algún punto la construcción de decenas de jardines de niños en Irapuato.
Tras su éxito en Irapuato, Pénjamo, Abasolo, Cuerámaro, Huanímaro, Salamanca, Celaya, Salvatierra, Acámbaro, Yuriria y León, fueron sólo algunos de los municipios en donde Gemma Gamiño gestionó acciones para que se abrieran al servicio educativo los preescolares, en beneficio de los guanajuatenses.
La vida de la maestra sin duda es el claro reflejo de un amor incondicional por el enseñar, al grado que hoy, a más de 55 años desde su comienzo en la docencia, se sigue desempeñando como Jefa de Sector 4 federal de preescolar, en donde tiene a su cargo las Zonas Escolares 3, 36, 50 y 102, con una matrícula de ocho mil 505 alumnos y en donde refrenda que el ser maestra es una profesión de amor, pasión y sobre todo congruencia.
“Amo con locura ser docente, yo creo que si un día muero y vuelvo a nacer, sin dudarlo elegiría ser docente”.