Francisco González López, un hombre irapuatense que desde que era pequeño ayudó a su padre en el negocio familiar, una panadería que hasta la actualidad sigue produciendo varias piezas de pan y bolillo al día, narró cómo fue que empezaron a crear su trayectoria como una de las panaderías más antiguas de la ciudad de Irapuato.
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“Mi papá empezó con un pequeño predio de cinco por 15 metros en un octubre de 1970. Comenzó trabajando solo, fue hasta que la demanda de bolillo aumentó que contrató a más personal para que le ayudara; después de 32 años de trayectoria, decidió hacer crecer el negocio y fue así cómo lo extendió más hasta ser lo que es hoy en día”, contó.
En entrevista, Francisco González relató que gracias a una amistad de su padre, lo convenció de hacer más grande el establecimiento, comprando un terreno ubicado a un lado de la panadería.
“Un amigo de mi papá lo convenció de hablar con La Generala, una señora que hace muchos años se dedicaba a vender terrenos, no quería vendérselo a mi padre, fue hasta que le insistió durante muchos años cuando le permitió comprarlo y así logrando hacer más grande la panadería”.
Francisco González añadió que al estar estudiando la primaria, asistía a la panadería diariamente a ayudar a su familia a hacer la limpieza y cuando ya estaba cursando la secundaria sólo iba los días sábados y fue hasta que cumplió los 16 años que decidió adentrarse por completo en la elaboración de pan dulce.
“Mi papá me dijo que me quedara a trabajar con él y ya tengo alrededor de 39 años de experiencia”.
Oficio de herencia
Explicó que su papá, al haber sido huérfano, aprendió con ayuda de un amigo suyo, quien después de enseñarle el proceso de hornear pan, lo impulsó a viajar hasta la Ciudad de México, en donde trabajaría solamente durante un corto tiempo para volver al municipio de Irapuato.
“Un amigo de mi padre fue quien le enseñó a hornear el pan, haciendo que se enamorara de esta profesión, fue así como decidió ir a la Ciudad de México a seguir aprendiendo a ser panadero, pero no le gustó tanto y se regresó mejor a Irapuato; él desde chico fue huérfano de padre y madre, así que le batalló durante mucho tiempo, trabajó cuidando vacas en los ranchos y campos en donde ahora es la colonia Villas de Irapuato”.
Francisco González aseguró que sin el apoyo que obtuvo de su amigo y de sus suegros, su padre tal vez no se habría animado a abrir su panadería.
“Sin la ayuda del amigo de mi papá quien lo animó a que comenzara su negocio, y de mis abuelos maternos, quienes también no dudaron en apoyarlo demasiado para poder construir la panadería con mucho esfuerzo y dedicación”.
Mencionó que sus dos hijos actualmente trabajaban con él, ayudándole a despachar y atender a los clientes, algo que le ha provocado emoción esperando que en un futuro ellos decidan continuar con el negocio familiar.
“Me da gusto que se acerquen a aprender de lo que yo hago, ya nos tocará ver si quieren continuar con el negocio cuando yo ya no esté, como pasó conmigo y mi papá”.
Concluyó contando que muchos de los clientes que tiene hoy en día, asistían a su panadería cuando su papá aún la atendía y que cuando vuelven a ir han preguntado por su padre, quien lamentablemente ya no está con vida, evocando en él un sentimiento de nostalgia y felicidad.
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“Muchas personas que son clientes desde hace mucho tiempo recuerdan con mucho amor a mi papá, quien lamentablemente murió hace cuatro años aproximadamente, quienes venían cuando estaban chicos y eran atendidos por mi papá ahora llegan y preguntan por él, porque cuando yo ya estaba de encargado, nos acompañaba durante todo el día sentado en una silla junto a la mía y a la de mi hermana y siento muy bonito cuando eso ocurre porque significa que siempre hemos brindado un buen servicio y de calidad y así se ha ido reflejando”.