/ lunes 6 de junio de 2022

Organilleros por herencia: llevan más de 140 años de tradición

En México quedan menos de 500 organilleros que recorren el país para no dejar morir este oficio

Los organilleros forman parte del folclore mexicano; sin embargo cada vez es menos común verlos compartiendo sus melodías en plazas y calles de las ciudades, por lo que se ha convertido en un oficio en peligro de desaparecer.


Heredaron el oficio de padres y abuelos.



Silvestre Muñoz y Diego Villegas son dos organilleros originarios del Estado de México, quienes dedican su vida a recorrer el país, principalmente la zona centro de la república para evitar que esta hermosa labor quede en el olvido.

“Hemos venido a Guanajuato muchas veces, recorremos León, Guanajuato, Irapuato, nos alegra mucho regresar, pues Irapuato es un lugar muy bonito y su gente es cálida y muy amable”, platicó Silvestre, que cuenta con más de 40 años dedicándose a ser organillero.


Tienen alrededor de 140 años de tradición en el país.


Silvestre y Diego heredaron el oficio de sus familiares, que a través de más de 140 años se han dedicado a lo mismo.

“Esos son los años que puedo contar, pero estoy seguro de que son muchos más años atrás cuando empezó esto en la familia, hoy lo transmitimos a todos con orgullo”.


Asisten a distintas ciudades de Guanajuato pues lo admiran por su belleza.


Ambos pertenecen a la Unión Mexicana de Organilleros, en la cual se estima hay poco menos de 500 personas; además, no solo son pocas las personas que se dedican a este oficio, sino que los instrumentos también se encuentran escasos, pues a falta de un buen mantenimiento, muchos terminaron en desuso o irreparablemente dañados.

“Es una responsabilidad muy grande llevar uno de estos instrumentos, son delicados, y cada vez existen menos”.


En México quedan menos de 500 organilleros.


Aunque el organillo que Silvestre y Diego llevan es alquilado, lo protegen con su vida pues llevan trabajando con él al menos 20 años continuos y lo mantienen en perfectas condiciones.
“Es oro para nosotros, es nuestra única herramienta de trabajo, la que nos ayudó a llevar unos centavitos a casa”.

Lo difícil no es tocarlo, sino cargarlo, dicen en tono de broma. Silvestre, por ejemplo, logró sacar adelante como organillero a sus dos hijos que ahora son adultos, ahora su esposa lo espera en casa y le apoya con otras labores para poder llevar una vida digna.



“Queremos que esta tradición permanezca muchas generaciones más y mientras podamos seguir trabajando lo vamos a compartir con toda la gente que podamos alrededor de la república mexicana”.


Los organilleros forman parte del folclore mexicano; sin embargo cada vez es menos común verlos compartiendo sus melodías en plazas y calles de las ciudades, por lo que se ha convertido en un oficio en peligro de desaparecer.


Heredaron el oficio de padres y abuelos.



Silvestre Muñoz y Diego Villegas son dos organilleros originarios del Estado de México, quienes dedican su vida a recorrer el país, principalmente la zona centro de la república para evitar que esta hermosa labor quede en el olvido.

“Hemos venido a Guanajuato muchas veces, recorremos León, Guanajuato, Irapuato, nos alegra mucho regresar, pues Irapuato es un lugar muy bonito y su gente es cálida y muy amable”, platicó Silvestre, que cuenta con más de 40 años dedicándose a ser organillero.


Tienen alrededor de 140 años de tradición en el país.


Silvestre y Diego heredaron el oficio de sus familiares, que a través de más de 140 años se han dedicado a lo mismo.

“Esos son los años que puedo contar, pero estoy seguro de que son muchos más años atrás cuando empezó esto en la familia, hoy lo transmitimos a todos con orgullo”.


Asisten a distintas ciudades de Guanajuato pues lo admiran por su belleza.


Ambos pertenecen a la Unión Mexicana de Organilleros, en la cual se estima hay poco menos de 500 personas; además, no solo son pocas las personas que se dedican a este oficio, sino que los instrumentos también se encuentran escasos, pues a falta de un buen mantenimiento, muchos terminaron en desuso o irreparablemente dañados.

“Es una responsabilidad muy grande llevar uno de estos instrumentos, son delicados, y cada vez existen menos”.


En México quedan menos de 500 organilleros.


Aunque el organillo que Silvestre y Diego llevan es alquilado, lo protegen con su vida pues llevan trabajando con él al menos 20 años continuos y lo mantienen en perfectas condiciones.
“Es oro para nosotros, es nuestra única herramienta de trabajo, la que nos ayudó a llevar unos centavitos a casa”.

Lo difícil no es tocarlo, sino cargarlo, dicen en tono de broma. Silvestre, por ejemplo, logró sacar adelante como organillero a sus dos hijos que ahora son adultos, ahora su esposa lo espera en casa y le apoya con otras labores para poder llevar una vida digna.



“Queremos que esta tradición permanezca muchas generaciones más y mientras podamos seguir trabajando lo vamos a compartir con toda la gente que podamos alrededor de la república mexicana”.


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