El Obispo de la Diócesis de Irapuato, Enrique Díaz Díaz, llamó a no criminalizar a las víctimas de la violencia y dijo que la autoridad debería de emprender un programa de acompañamiento para los familiares de las personas que han sido asesinadas, pues muchas aún no superan la muerte de sus familiares.
Tras retomar las visitas pastorales, el Obispo de Irapuato visitó la Parroquia de la Luz, en Abasolo, donde tuvo un encuentro con familiares de víctimas, quienes le contaron que aún no han podido superar la pérdida de su familiar a manos de la delincuencia.
“Me sorprendió que el salón era pequeño, pero sí había como unas 150 personas y cada quien hablando de su esposo, de su hermano, de su hijo, del desaparecido, fue un momento que nos hizo cimbrar, porque una cosa es que saquemos la estadística y otra cosa es ver los rostros, el llanto, el dolor de quienes han perdido a un ser querido en este ambiente de violencias, este ambiente de injusticias, este ambiente e inseguridad que nos rodea”, dijo el Obispo de Irapuato.
A mí se me hizo un encuentro que lo deja a uno con el corazón herido, con el corazón lastimado y que sí nos obliga a pensar que por un lado la violencia, pero por otro lado en cómo se hace la justicia y en cómo se acompaña a las víctimas de la injusticia
Enrique Díaz Díaz / Obispo de la Diócesis de Irapuato
Y prosiguió: “como Iglesia nos comprometimos a seguir acompañando, no podemos nosotros detener la violencia, pero sí tenemos que seguir educando, que es una de nuestras tareas, pero además ahí se formuló mucho el seguir acompañando, ellos expresaban el dolor del ser que se pierde, de que muchas veces no se sabe ni dónde quedó y de que con frecuencia, con razón o sin razón, se criminaliza a la víctima y muchas veces los familiares decían 'no es cierto que mi hijo o mi hermano haya andado en malos pasos', por ejemplo víctimas niños y se echan culpas en contra de ellos”.
Enrique Díaz Díaz dijo que hace falta acompañamiento para con los familiares de las víctimas de violencia, pues no tienen a quien recurrir cuando un familiar es asesinado.
“Yo no sé qué atención haya, no veo yo que haya atención psicológica, la queja ahí fue ahí que no se hacía ningún tipo de justicia, no puedo comprobar, porque era como un desahogo de la comunidad y decían 'a quien recurrimos, no hace nada' y la preocupación de nosotros como Iglesia era cómo podíamos dar acompañamiento psicológico, terapéutico en los grupos y en parte la oración nos ayuda mucho a no seguir con el corazón envenenado y que sigue buscando venganzas”.