/ domingo 18 de agosto de 2024

Mujeres recuerdan la gran inundación en Irapuato

Mujeres irapuatenses que desde adolescentes o jóvenes madres tuvieron que pasar por la tragedia de la que por un instante pensaron, no podrían salir

La inundación de Irapuato se vivió desde distintos puntos de vista, uno de ellos es el de las mujeres, irapuatenses que desde adolescentes o jóvenes madres tuvieron que pasar por la tragedia de la que por un instante pensaron, no podrían salir, perdieron amigos y conocidos y tuvieron que levantar todo desde las ruinas.

Una de ellas es María de Jesús Martínez Fabian, de 72 años, es decir que el día de la inundación tenía 21 años, ella relató haber visto al menos 12 personas sin vida aquel día, ella en su séptimo mes de gestación hizo lo posible junto con su esposo por ayudar al rescate de personas que eran arrastradas por la corriente.

Pero poco era lo que podían hacer en ese instante, pues si bien recordó que su esposo era experto nadador y ella sabía primeros auxilios, todas las personas que lograron sacar de entre el agua ya iban sin vida, tal fue el impacto para ella al no poder siquiera rescatar los cadáveres, pues estaba en el techo de la casa de un vecino, donde no había forma de retenerlos.

Fue en avenida Guerrero, frente al templo de San Francisquito, donde María de Jesús y su esposo tuvieron que ver pasar la inundación, un vecino los dejó quedarse en un cuarto construido en la planta alta.

“Fue tremendo, por avenida Guerrero se vino todo, con el agua pasaban perros, gatos, tanques de gas, de oxígeno, y personas ahogadas, vi una mujer embarazada ya muerta y niños, yo los vi”, relató aún con impacto, las imágenes que vio las recuerda nítidamente, pues a final de cuentas ella misma estaba en el séptimo mes de embarazo y temía por lo que pudiera pasar.

Pero poco tiempo había para el temor, pues todos trataban de subsistir, con la incertidumbre de su bienestar y el de sus familias y sin poder saber nada de quienes vivían en otras colonias.

“Recuerdo que mi esposo se fue a la puerta siguiente que era una casa muy vieja, enfrente del Templo de San Francisquito de Guerrero, con unos ventanales grandotes, se agarró de la ventana porque venían los tanques, pero era de adobe y se vino la pared encima pero gracias a dios el era bueno para nadar, en Acapulco desde arriba se aventaba, tenía mucha habilidad al nadar”.

Ella presenció el instante en el que su esposo fue arrastrado al caer el muro de adobe del que se sostuvo al querer rescatar a una persona, pensó que todo había acabado para él, pero de pronto lo vio salir, eso no lo detuvo de intentar salvar a más personas.

“Mi esposo quedó abajo de aquellos tabiques con el cancel viejo, dice que se sumió, pegó al piso y de ahí se fue saliendo, gracias a Dios, aquí nos tiene”.

Hasta María de Jesús acercaron a una niña que su esposo rescató por la cual trataron de hacer mucho, ella misma con conocimiento en primeros auxilios le dio respiración y reanimación cardíaca, pero la pequeña ya estaba muerta

“Lo que hicimos fue hacerla a un lado y dejarla ir, pero iban niños, jóvenes, señoras, tanques, todo, iba también un ancianito ya muerto, el señor que nos dejó estar en su casa, yo le dije que lo jalara, me dijo que no, ya iba muerto, ¿Cómo nos hacíamos responsables de tanto muerto?, entonces dijimos no, a pedir a donde vayan a dar, así vi más de diez”.

Las historias que más resonaron en la mente de María de Jesús fueron las de jóvenes que como ella estaban embarazadas, una conocida tuvo una cesárea de emergencia el día de la inundación y debido a la gravedad de ambas, no pudo conocerla sino hasta cinco meses después, relató.

“Se le adelantó del susto, alguien la rescato y hasta fines de enero conoció a su bebe que estaba en la incubadora, tenía meses cuando la conoció, la lavaron de toda el agua que se tragó, con la cesárea a lo mexicano, sin luz, la amarraron, de tobillos piernas espalda y así le cortaron sin anestesia”.

Para María de Jesús que es originaria de Tepic Nayarit, las inundaciones eran hasta cierto punto comunes, pero dijo que como la del 18 de agosto de 1973 en Irapuato, no vivía ninguna otra.

Pasaron días sin comida ni ropa

Sin comida, agua, insumos médicos ni nada para comunicarse tuvieron que proteger a sus pequeños hijos o bien a sus hermanos, pero no dejaron de lado el sufrimiento que estaba a su alrededor y que 51 años después todavía les ocasiona sentimientos encontrados.

María Elena Moreno tenía 20 años el día de la inundación y un hijo de dos meses de nacido al cual tuvo que entregar en brazos de otra persona cuando empezó a ver subir el agua, por fortuna ella alcanzó a subir también a un techo donde les dieron alojamiento.

“Ya me andaba, sufrimos mucho, tuve que darle agua del tinaco para su biberón, me subí al tinaco y nomas así le daba su biberón de agua, hambre sufrimos mucha porque no teníamos nada que comer, subimos solo cobijas y estaba con mis hijos, mi esposo, mi suegro, la casa llena de gente”.

María Elena describió esa época como de desesperación y tristeza, ella vio pasar ataúdes con cadáveres que seguramente fueron arrastrados desde funerarias, tanques, animales y personas entre el agua.

Dijo que unas de las personas que ella supo fallecieron fueron sus propias vecinas, ella habitaba en una vecindad donde rentaba, sus vecinas no alcanzaron a salir de su casa y vio sus cuerpos flotando en la propiedad al asomarse cuando empezó a bajar el agua.

“Estuvimos cinco dias así, después unas personas de otras casas se brincaron por los techos y nos pasaban un taco de frijoles o de lo que hubiera, agua pues la del tinaco, no había de donde mas, todo se cortó, estábamos incomunicados, el gobierno sí nos ayudó, porque todo se perdió”.

Al menos en su familia ella señaló que les llevó alrededor de cinco años volver a hacerse de cosas, pues no hubo ropa o mueble que se pudiera rescatar.

Solo escuchaban el crujir de casas y el agua caer sobre ellas

Martha Rosaura Mendoza Gutiérrez de 63 años vivió la inundación en la adolescencia, ella pudo refugiarse con una vecina de enfrente, sus padres, hermanos y ella pasaron a un cuarto en obra negra que su vecina tenía, y eso los salvó, pues su casa fue de las que colapsó en la calle Ajusco en el Centro.

“Estaba joven, recuerdo que se oían crujir las casas, y mi casa fue la que se cayó y una vecina de enfrente nos invitó a pasar a su casa que estaba ya construida, en obra negra, todas las casas de enfrente se vinieron abajo”.

Antes de que el agua sobrepasara el metro y medio de altura Martha se vio en una carrera contra la corriente, todo por la curiosidad colectiva, pues la gente no creía que ya venía el agua, dijo.

“A mucha gente si la arrasó, nosotros sentíamos que nos golpeaban los pies todo lo que ya había cargado el río, fue una experiencia fea, mi casa se cayó a la mitad y vinieron los de campo militar, nos ayudaron, eran cerros de tierra se veían animalitos, cerdos, chivos, en esos tiempos había criaderos, y personas, si se veían personas en los montones de tierra que levantaban”.

Dijo que aunque el agua empezó a bajar en los próximos días, fue alrededor de un mes lo que pasaron con el lodo arriba de los tobillos, para ese entonces, a niños y jóvenes los llevaron hasta la presidencia a vacunarse para prevenir enfermedades.

“Nos vacunaban, nos trajeron a presidencia, y la ropa que había donde quiera, por que nos daban ropa limpia, a nosotros todo se nos echó a perder”.

Recordó que su padre fue quien empezó a levantar todo acarreando madera para construirles un cuarto y con la misma madera y lazos construyeron camas a las que solo les colocaron colchonetas y ahí durmieron mucho tiempo.

“Mi papá como pudo levantó pedazos de madera y nos hizo un cuarto para todos, tejió camas con madera y lazos consiguió colchonetas y ahí nos dormíamos, mi papá y mi mama, dios le dio sabiduría para hacer eso”.

Sin ropa limpia, ni que comer los mayores fueron quienes se hicieron cargo de acercar comida o lo que llevaran de otros lugares con ayuda.

“Mi papá se agarraba con lazos y en el paso a desnivel los jalaban, venía gente de otras partes y traía alimentos y mi papa tenia que pasar con una caja que le daban con sopas o lo que se pudiera, mucha gente cooperó con estufas de petróleo, pero la lluvia no paraba, así que como cocinábamos, éramos tantos que me tocó en la marquesina, me dio mi mamá un hule y ahí me caía el agua de lluvia, la escuchaba golpear el hule, primero Dios no se vuelva a repetir”.

Temen volver a presenciar un desastre natural

Para estas mujeres la inundación les trajo distintas historias, sin embargo algo compartieron en común y es que el solo escuchar rumores de nuevas inundaciones o escuchar intensas lluvias les trae el temor de regreso.

Ma. Concepción Huerta Silvestre recordó que ella habitaba en la colonia Miguel Hidalgo cuando Irapuato se inundó, se salvaron por que su suegro los llevó del otro lado de la carretera, sin embargo no la pasaron mejor, pues no había dinero, ni comida y lo poco que acercaron lo querían vender a precios muy altos.

“La gente se salió de las casas y muchos se quedaron arriba, nosotros nos salvamos por que nos fuimos al otro lado de la carretera, no había qué comer, ni para los niños, nadie nos daba comida, todo carísimo, un bolillo carísimo, hasta 10 pesos cuando costaban 50 centavos y yo estaba embarazada de mi hija”.

Contó que uno de sus vecinos fue de los desaparecidos de la tienda Blanco, él había ido a la tienda cuando fue la inundación y jamás volvieron a verlo, de igual forma se enteró de una mujer conocida que murió dentro de su casa en Las Reynas pues no alcanzó a salir, las historias resuenan en su cabeza desde entonces y solo esperan que Irapuato no vuelva a vivir nada parecido.

La inundación de Irapuato se vivió desde distintos puntos de vista, uno de ellos es el de las mujeres, irapuatenses que desde adolescentes o jóvenes madres tuvieron que pasar por la tragedia de la que por un instante pensaron, no podrían salir, perdieron amigos y conocidos y tuvieron que levantar todo desde las ruinas.

Una de ellas es María de Jesús Martínez Fabian, de 72 años, es decir que el día de la inundación tenía 21 años, ella relató haber visto al menos 12 personas sin vida aquel día, ella en su séptimo mes de gestación hizo lo posible junto con su esposo por ayudar al rescate de personas que eran arrastradas por la corriente.

Pero poco era lo que podían hacer en ese instante, pues si bien recordó que su esposo era experto nadador y ella sabía primeros auxilios, todas las personas que lograron sacar de entre el agua ya iban sin vida, tal fue el impacto para ella al no poder siquiera rescatar los cadáveres, pues estaba en el techo de la casa de un vecino, donde no había forma de retenerlos.

Fue en avenida Guerrero, frente al templo de San Francisquito, donde María de Jesús y su esposo tuvieron que ver pasar la inundación, un vecino los dejó quedarse en un cuarto construido en la planta alta.

“Fue tremendo, por avenida Guerrero se vino todo, con el agua pasaban perros, gatos, tanques de gas, de oxígeno, y personas ahogadas, vi una mujer embarazada ya muerta y niños, yo los vi”, relató aún con impacto, las imágenes que vio las recuerda nítidamente, pues a final de cuentas ella misma estaba en el séptimo mes de embarazo y temía por lo que pudiera pasar.

Pero poco tiempo había para el temor, pues todos trataban de subsistir, con la incertidumbre de su bienestar y el de sus familias y sin poder saber nada de quienes vivían en otras colonias.

“Recuerdo que mi esposo se fue a la puerta siguiente que era una casa muy vieja, enfrente del Templo de San Francisquito de Guerrero, con unos ventanales grandotes, se agarró de la ventana porque venían los tanques, pero era de adobe y se vino la pared encima pero gracias a dios el era bueno para nadar, en Acapulco desde arriba se aventaba, tenía mucha habilidad al nadar”.

Ella presenció el instante en el que su esposo fue arrastrado al caer el muro de adobe del que se sostuvo al querer rescatar a una persona, pensó que todo había acabado para él, pero de pronto lo vio salir, eso no lo detuvo de intentar salvar a más personas.

“Mi esposo quedó abajo de aquellos tabiques con el cancel viejo, dice que se sumió, pegó al piso y de ahí se fue saliendo, gracias a Dios, aquí nos tiene”.

Hasta María de Jesús acercaron a una niña que su esposo rescató por la cual trataron de hacer mucho, ella misma con conocimiento en primeros auxilios le dio respiración y reanimación cardíaca, pero la pequeña ya estaba muerta

“Lo que hicimos fue hacerla a un lado y dejarla ir, pero iban niños, jóvenes, señoras, tanques, todo, iba también un ancianito ya muerto, el señor que nos dejó estar en su casa, yo le dije que lo jalara, me dijo que no, ya iba muerto, ¿Cómo nos hacíamos responsables de tanto muerto?, entonces dijimos no, a pedir a donde vayan a dar, así vi más de diez”.

Las historias que más resonaron en la mente de María de Jesús fueron las de jóvenes que como ella estaban embarazadas, una conocida tuvo una cesárea de emergencia el día de la inundación y debido a la gravedad de ambas, no pudo conocerla sino hasta cinco meses después, relató.

“Se le adelantó del susto, alguien la rescato y hasta fines de enero conoció a su bebe que estaba en la incubadora, tenía meses cuando la conoció, la lavaron de toda el agua que se tragó, con la cesárea a lo mexicano, sin luz, la amarraron, de tobillos piernas espalda y así le cortaron sin anestesia”.

Para María de Jesús que es originaria de Tepic Nayarit, las inundaciones eran hasta cierto punto comunes, pero dijo que como la del 18 de agosto de 1973 en Irapuato, no vivía ninguna otra.

Pasaron días sin comida ni ropa

Sin comida, agua, insumos médicos ni nada para comunicarse tuvieron que proteger a sus pequeños hijos o bien a sus hermanos, pero no dejaron de lado el sufrimiento que estaba a su alrededor y que 51 años después todavía les ocasiona sentimientos encontrados.

María Elena Moreno tenía 20 años el día de la inundación y un hijo de dos meses de nacido al cual tuvo que entregar en brazos de otra persona cuando empezó a ver subir el agua, por fortuna ella alcanzó a subir también a un techo donde les dieron alojamiento.

“Ya me andaba, sufrimos mucho, tuve que darle agua del tinaco para su biberón, me subí al tinaco y nomas así le daba su biberón de agua, hambre sufrimos mucha porque no teníamos nada que comer, subimos solo cobijas y estaba con mis hijos, mi esposo, mi suegro, la casa llena de gente”.

María Elena describió esa época como de desesperación y tristeza, ella vio pasar ataúdes con cadáveres que seguramente fueron arrastrados desde funerarias, tanques, animales y personas entre el agua.

Dijo que unas de las personas que ella supo fallecieron fueron sus propias vecinas, ella habitaba en una vecindad donde rentaba, sus vecinas no alcanzaron a salir de su casa y vio sus cuerpos flotando en la propiedad al asomarse cuando empezó a bajar el agua.

“Estuvimos cinco dias así, después unas personas de otras casas se brincaron por los techos y nos pasaban un taco de frijoles o de lo que hubiera, agua pues la del tinaco, no había de donde mas, todo se cortó, estábamos incomunicados, el gobierno sí nos ayudó, porque todo se perdió”.

Al menos en su familia ella señaló que les llevó alrededor de cinco años volver a hacerse de cosas, pues no hubo ropa o mueble que se pudiera rescatar.

Solo escuchaban el crujir de casas y el agua caer sobre ellas

Martha Rosaura Mendoza Gutiérrez de 63 años vivió la inundación en la adolescencia, ella pudo refugiarse con una vecina de enfrente, sus padres, hermanos y ella pasaron a un cuarto en obra negra que su vecina tenía, y eso los salvó, pues su casa fue de las que colapsó en la calle Ajusco en el Centro.

“Estaba joven, recuerdo que se oían crujir las casas, y mi casa fue la que se cayó y una vecina de enfrente nos invitó a pasar a su casa que estaba ya construida, en obra negra, todas las casas de enfrente se vinieron abajo”.

Antes de que el agua sobrepasara el metro y medio de altura Martha se vio en una carrera contra la corriente, todo por la curiosidad colectiva, pues la gente no creía que ya venía el agua, dijo.

“A mucha gente si la arrasó, nosotros sentíamos que nos golpeaban los pies todo lo que ya había cargado el río, fue una experiencia fea, mi casa se cayó a la mitad y vinieron los de campo militar, nos ayudaron, eran cerros de tierra se veían animalitos, cerdos, chivos, en esos tiempos había criaderos, y personas, si se veían personas en los montones de tierra que levantaban”.

Dijo que aunque el agua empezó a bajar en los próximos días, fue alrededor de un mes lo que pasaron con el lodo arriba de los tobillos, para ese entonces, a niños y jóvenes los llevaron hasta la presidencia a vacunarse para prevenir enfermedades.

“Nos vacunaban, nos trajeron a presidencia, y la ropa que había donde quiera, por que nos daban ropa limpia, a nosotros todo se nos echó a perder”.

Recordó que su padre fue quien empezó a levantar todo acarreando madera para construirles un cuarto y con la misma madera y lazos construyeron camas a las que solo les colocaron colchonetas y ahí durmieron mucho tiempo.

“Mi papá como pudo levantó pedazos de madera y nos hizo un cuarto para todos, tejió camas con madera y lazos consiguió colchonetas y ahí nos dormíamos, mi papá y mi mama, dios le dio sabiduría para hacer eso”.

Sin ropa limpia, ni que comer los mayores fueron quienes se hicieron cargo de acercar comida o lo que llevaran de otros lugares con ayuda.

“Mi papá se agarraba con lazos y en el paso a desnivel los jalaban, venía gente de otras partes y traía alimentos y mi papa tenia que pasar con una caja que le daban con sopas o lo que se pudiera, mucha gente cooperó con estufas de petróleo, pero la lluvia no paraba, así que como cocinábamos, éramos tantos que me tocó en la marquesina, me dio mi mamá un hule y ahí me caía el agua de lluvia, la escuchaba golpear el hule, primero Dios no se vuelva a repetir”.

Temen volver a presenciar un desastre natural

Para estas mujeres la inundación les trajo distintas historias, sin embargo algo compartieron en común y es que el solo escuchar rumores de nuevas inundaciones o escuchar intensas lluvias les trae el temor de regreso.

Ma. Concepción Huerta Silvestre recordó que ella habitaba en la colonia Miguel Hidalgo cuando Irapuato se inundó, se salvaron por que su suegro los llevó del otro lado de la carretera, sin embargo no la pasaron mejor, pues no había dinero, ni comida y lo poco que acercaron lo querían vender a precios muy altos.

“La gente se salió de las casas y muchos se quedaron arriba, nosotros nos salvamos por que nos fuimos al otro lado de la carretera, no había qué comer, ni para los niños, nadie nos daba comida, todo carísimo, un bolillo carísimo, hasta 10 pesos cuando costaban 50 centavos y yo estaba embarazada de mi hija”.

Contó que uno de sus vecinos fue de los desaparecidos de la tienda Blanco, él había ido a la tienda cuando fue la inundación y jamás volvieron a verlo, de igual forma se enteró de una mujer conocida que murió dentro de su casa en Las Reynas pues no alcanzó a salir, las historias resuenan en su cabeza desde entonces y solo esperan que Irapuato no vuelva a vivir nada parecido.

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