/ lunes 22 de mayo de 2023

La leyenda del callejón de la “Cuesta del Tecolote” en Guanajuato capital

Este lugar sigue siendo muy conocido en la capital y se trata de un pequeño puente que une dos casas

Guanajuato, Gto.- La leyenda cuenta que ese tecolote en realidad es un hombre que fue trasformado en animal por una bruja despechada con quien había un breve amorío y al despreciarla ella en venganza lo condeno a habitar bajo esa forma la arboleda del camino, al lado de donde ella vivía, para que nunca volviera a intentar alejarse de su lado, así el pobre hombre quedó condenado a habitar la calzada para siempre.

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Todo comenzó en el caserío situado al final de esa cuesta, allí había una venta que atendía una mujer muy bella de nombre Marcela, cortejada por muchos de los que llegaban en busca de comida y bebida.

Marcela tuvo un amorío con un arriero de nombre Rodrigo, pero el romance duró muy poco, lo cual sorprendió a muchos, pues contrariaba que alguien hubiera despreciado a una bella y codiciada mujer.

Pero cuando los amigos preguntaron a Rodrigo las razones por las que abandonaran a Marcela y no solo que también hiciera todo lo posible para no acercarse a la posada, aunque eso lo obligara a seguir un camino mucho más largo para ir y venir de la ciudad en sus faenas de trabajo, él contó que la había dejado porque había descubierto que Marcela era bruja y rendía culto al Maligno, Nadie le creyó naturalmente.

Al dejarla, Marcela había jurado vengarse de él, pero Rodrigo hizo oídos sordos y se buscó otra novia con la cual muy pronto se casó, la pareja feliz se fue a vivir a callejón de Púquero, pero la felicidad no duro mucho, una noche llamaron a la puerta, sorprendido por la hora, Rodrigo pregunto cauteloso. Quien llama, es el alguacil mayor de la ronda, abre la puerta.

Al abrir el alguacil le informó a Rodrigo que había sido comisionado para llevar un cargamento de plata de su Majestad desde Guanajuato a México y que debía salir en ese instante para llegar a tiempo con el encargo.

De modo que Rodrigo se despidió de su esposa y salió de inmediato en medio de la noche, siguió al alguacil que lo condujo, pero a la casa de Marcela, al final de la calle que servía de camino para entrar a la ciudad, al verse en ese lugar Rodrigo se dio cuenta de que estaba acorralado, Marcela lo recibió con una carcajada siniestra y escalofriante.

Era sábado y se celebraría el aquelarre, ahí estaba la tía Luciana, de Pastita, la tía Gabina, de Temezcuitate, la tía Jerónima, de Tamazuca y la tía Martina, de Tepetapa, todas esperaban a Satán, con quien habían hecho un pacto para tomar venganza contra los hombres que se había burlado.

A cambió de sus almas, Satanás les había concedido el poder de trasformar a los hombres en animales, al burlador de Luciana lo había convertido en un enorme murciélago que solo podía volar en noches de tormenta, al de Gabina en cuervo que pasaba la vida amarrado en una estaca, al de Jerónima en escarabajo que ella llevaba prisionero en un amuleto contra la mala ventura, al de Martina, en una cabra que en forma de nahual recorrería las calles de Guanajuato por las noches, condenado a espantar a los transeúntes.

A Rodrigo le esperaba un destino similar, así en el círculo malévolo las cinco decidieron que Rodrigo lo convertirían en tecolote, y quedaría condenado a morar en la arboleda próxima a la casa de Marcela de la que no podría separarse nunca más, Rodrigo aterrado, no pudo escapar del hechizo.

Desde entonces todos los que al anochecer pasaban por la cuesta escuchaban el lamento proveniente de la espesura de la arboleda.

Era un canto agorero que infundía temor y parecía anunciar males y desgracias a quienes lo oían, Marcela murió siendo muy vieja, la esposa de Rodrigo murió sola, esperándolo, el tecolote no tuvo de otra que continuar ahí, lamentándose.

Con los años ese camino se tomó el nombre de subida o cuesta del Tecolote, muchos años después los árboles fueron derribados para ampliar la cuesta, pero el tecolote no pudo marcharse por la maldición que lleva sobre si y en una triste balaustrada de la cuesta sigue lamentándose todas las noches, prisionero de ese lugar al que dio nombre.

Hoy en día este lugar sigue siendo muy conocido en Guanajuato y se trata de un pequeño puente que une dos casas y fue construido debido a que luego de rebajar varios metros la cuesta, las puertas de las casas quedaron a una altura considerable y era prácticamente imposible acceder a ellas sin el puente.

También conocida como la calle del Campanero, está rodeada de restaurantes, cafecitos y hostales, además de estas muy cerca del teatro Cervantes y la plaza Allende.

Guanajuato, Gto.- La leyenda cuenta que ese tecolote en realidad es un hombre que fue trasformado en animal por una bruja despechada con quien había un breve amorío y al despreciarla ella en venganza lo condeno a habitar bajo esa forma la arboleda del camino, al lado de donde ella vivía, para que nunca volviera a intentar alejarse de su lado, así el pobre hombre quedó condenado a habitar la calzada para siempre.

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Todo comenzó en el caserío situado al final de esa cuesta, allí había una venta que atendía una mujer muy bella de nombre Marcela, cortejada por muchos de los que llegaban en busca de comida y bebida.

Marcela tuvo un amorío con un arriero de nombre Rodrigo, pero el romance duró muy poco, lo cual sorprendió a muchos, pues contrariaba que alguien hubiera despreciado a una bella y codiciada mujer.

Pero cuando los amigos preguntaron a Rodrigo las razones por las que abandonaran a Marcela y no solo que también hiciera todo lo posible para no acercarse a la posada, aunque eso lo obligara a seguir un camino mucho más largo para ir y venir de la ciudad en sus faenas de trabajo, él contó que la había dejado porque había descubierto que Marcela era bruja y rendía culto al Maligno, Nadie le creyó naturalmente.

Al dejarla, Marcela había jurado vengarse de él, pero Rodrigo hizo oídos sordos y se buscó otra novia con la cual muy pronto se casó, la pareja feliz se fue a vivir a callejón de Púquero, pero la felicidad no duro mucho, una noche llamaron a la puerta, sorprendido por la hora, Rodrigo pregunto cauteloso. Quien llama, es el alguacil mayor de la ronda, abre la puerta.

Al abrir el alguacil le informó a Rodrigo que había sido comisionado para llevar un cargamento de plata de su Majestad desde Guanajuato a México y que debía salir en ese instante para llegar a tiempo con el encargo.

De modo que Rodrigo se despidió de su esposa y salió de inmediato en medio de la noche, siguió al alguacil que lo condujo, pero a la casa de Marcela, al final de la calle que servía de camino para entrar a la ciudad, al verse en ese lugar Rodrigo se dio cuenta de que estaba acorralado, Marcela lo recibió con una carcajada siniestra y escalofriante.

Era sábado y se celebraría el aquelarre, ahí estaba la tía Luciana, de Pastita, la tía Gabina, de Temezcuitate, la tía Jerónima, de Tamazuca y la tía Martina, de Tepetapa, todas esperaban a Satán, con quien habían hecho un pacto para tomar venganza contra los hombres que se había burlado.

A cambió de sus almas, Satanás les había concedido el poder de trasformar a los hombres en animales, al burlador de Luciana lo había convertido en un enorme murciélago que solo podía volar en noches de tormenta, al de Gabina en cuervo que pasaba la vida amarrado en una estaca, al de Jerónima en escarabajo que ella llevaba prisionero en un amuleto contra la mala ventura, al de Martina, en una cabra que en forma de nahual recorrería las calles de Guanajuato por las noches, condenado a espantar a los transeúntes.

A Rodrigo le esperaba un destino similar, así en el círculo malévolo las cinco decidieron que Rodrigo lo convertirían en tecolote, y quedaría condenado a morar en la arboleda próxima a la casa de Marcela de la que no podría separarse nunca más, Rodrigo aterrado, no pudo escapar del hechizo.

Desde entonces todos los que al anochecer pasaban por la cuesta escuchaban el lamento proveniente de la espesura de la arboleda.

Era un canto agorero que infundía temor y parecía anunciar males y desgracias a quienes lo oían, Marcela murió siendo muy vieja, la esposa de Rodrigo murió sola, esperándolo, el tecolote no tuvo de otra que continuar ahí, lamentándose.

Con los años ese camino se tomó el nombre de subida o cuesta del Tecolote, muchos años después los árboles fueron derribados para ampliar la cuesta, pero el tecolote no pudo marcharse por la maldición que lleva sobre si y en una triste balaustrada de la cuesta sigue lamentándose todas las noches, prisionero de ese lugar al que dio nombre.

Hoy en día este lugar sigue siendo muy conocido en Guanajuato y se trata de un pequeño puente que une dos casas y fue construido debido a que luego de rebajar varios metros la cuesta, las puertas de las casas quedaron a una altura considerable y era prácticamente imposible acceder a ellas sin el puente.

También conocida como la calle del Campanero, está rodeada de restaurantes, cafecitos y hostales, además de estas muy cerca del teatro Cervantes y la plaza Allende.

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