/ miércoles 6 de noviembre de 2024

El último escritor público en Irapuato: testimonio de una profesión en extinción

Se considera el último escritor público que aún trabaja en la entrada de la oficina de Correos de México en Irapuato

Con 38 años de experiencia, Sergio Solís Gómez se considera el último escritor público que aún trabaja en la entrada de la oficina de Correos de México en Irapuato, su historia es un testimonio de una profesión en extinción, en la que ha sido testigo de cambios significativos en la comunicación y la tecnología.

En entrevista para El Sol de Irapuato, Sergio comparte cómo llegó a este lugar que ha sido su segundo hogar durante casi cuatro décadas.

Dijo que “Llegué aquí por mi padre, Aurelio Solís, quien también era escribiente en este mismo sitio, un día, cuando yo era joven, me pidió que le llevara material de la casa porque se le había terminado, cuando llegué, vi que su escritorio estaba saturado de personas sobre todo del campo que venían a que les redactara sus cartas, mi padre me pidió que ayudara a una de sus clientas y así fue como empecé a escribir mi primera carta, a mano, en papel albanene, en cuanto la gente me vio escribir, comenzaron a acercarse a mí, incluso aquellos que esperaban con otros escribientes, porque les inspiré confianza.”

Fotos: Paul Witrago / El Sol de Irapuato


Sergio recuerda que, al principio, no fue fácil ganarse la aceptación de los clientes; sin embargo, al saberse que era hijo de don Aurelio, la gente empezó a confiar en él. “Mi padre me invitó a trabajar con él, y al principio me coloqué en las escaleras de la entrada, al cabo de una semana, empecé a practicar con la máquina de escribir, aunque no sabía cómo usarla, mi esposa, Julia, qué era auxiliar contable, me enseñó a manejarla y a hacer documentos como cartas de recomendación, cartas de buena conducta, solicitudes para dependencias como SEDENA, la Presidencia Municipal, la Tesorería, entre otros, dice poco a poco fui ganando experiencia y mejorando mi velocidad.”

Pronto Sergio Solís se destacó por su habilidad y compromiso y en menos de dos meses ya dominaba el trabajo, mi padre siempre me aconsejó que no subiera mucho los precios porque nuestra clientela es gente de campo, de recursos muy limitados, así que cobraba 10 pesos por carta, incluyendo un sobre o folder, lo cual hizo que muchas personas comenzaran a venir a buscarme.

Un legado en máquina de escribir: entre la nostalgia y la resistencia

Fotos: Paul Witrago / El Sol de Irapuato

Este escribiente como se cataloga ha sido testigo de los avances tecnológicos que poco a poco desplazaron el tradicional oficio del escribiente, con el tiempo, la gente dejó de enviarse cartas; ahora, quienes vienen solo traen paquetes para enviar a familiares en Estados Unidos o Canadá, ropa, medicina, dulces, y algo muy especial, los famosos ‘churros de masa’. Hoy en día, lo que hago principalmente es rotular, cajas y sobres para estos envíos.

A pesar de los cambios, sigue ofreciendo sus servicios a clientes que necesitan llevar escritos a la para la Dirección de Mercados, Tesorería Municipal y notarias públicas, a quienes les elabora formatos y documentos en máquina de escribir.

“Aunque mi trabajo ya no es tan solicitado, considero que mis precios siguen siendo accesibles, van de 10 a 25 pesos, quizás parezca poco, pero es un ingreso constante que me permite seguir llevando sustento a mi familia.”

Al preguntarle si se considera el último escritor público, Sergio reflexiona: “Posiblemente, sí, con los cambios y la tecnología avanzando tan rápido, siento que en un futuro cercano nos reemplazarán completamente, sin embargo, siempre he considerado que este trabajo es muy noble, ya que gracias a él pude sacar adelante a mis cinco hijos y ofrecerles estudios.”

Con 38 años de experiencia, Sergio Solís Gómez se considera el último escritor público que aún trabaja en la entrada de la oficina de Correos de México en Irapuato, su historia es un testimonio de una profesión en extinción, en la que ha sido testigo de cambios significativos en la comunicación y la tecnología.

En entrevista para El Sol de Irapuato, Sergio comparte cómo llegó a este lugar que ha sido su segundo hogar durante casi cuatro décadas.

Dijo que “Llegué aquí por mi padre, Aurelio Solís, quien también era escribiente en este mismo sitio, un día, cuando yo era joven, me pidió que le llevara material de la casa porque se le había terminado, cuando llegué, vi que su escritorio estaba saturado de personas sobre todo del campo que venían a que les redactara sus cartas, mi padre me pidió que ayudara a una de sus clientas y así fue como empecé a escribir mi primera carta, a mano, en papel albanene, en cuanto la gente me vio escribir, comenzaron a acercarse a mí, incluso aquellos que esperaban con otros escribientes, porque les inspiré confianza.”

Fotos: Paul Witrago / El Sol de Irapuato


Sergio recuerda que, al principio, no fue fácil ganarse la aceptación de los clientes; sin embargo, al saberse que era hijo de don Aurelio, la gente empezó a confiar en él. “Mi padre me invitó a trabajar con él, y al principio me coloqué en las escaleras de la entrada, al cabo de una semana, empecé a practicar con la máquina de escribir, aunque no sabía cómo usarla, mi esposa, Julia, qué era auxiliar contable, me enseñó a manejarla y a hacer documentos como cartas de recomendación, cartas de buena conducta, solicitudes para dependencias como SEDENA, la Presidencia Municipal, la Tesorería, entre otros, dice poco a poco fui ganando experiencia y mejorando mi velocidad.”

Pronto Sergio Solís se destacó por su habilidad y compromiso y en menos de dos meses ya dominaba el trabajo, mi padre siempre me aconsejó que no subiera mucho los precios porque nuestra clientela es gente de campo, de recursos muy limitados, así que cobraba 10 pesos por carta, incluyendo un sobre o folder, lo cual hizo que muchas personas comenzaran a venir a buscarme.

Un legado en máquina de escribir: entre la nostalgia y la resistencia

Fotos: Paul Witrago / El Sol de Irapuato

Este escribiente como se cataloga ha sido testigo de los avances tecnológicos que poco a poco desplazaron el tradicional oficio del escribiente, con el tiempo, la gente dejó de enviarse cartas; ahora, quienes vienen solo traen paquetes para enviar a familiares en Estados Unidos o Canadá, ropa, medicina, dulces, y algo muy especial, los famosos ‘churros de masa’. Hoy en día, lo que hago principalmente es rotular, cajas y sobres para estos envíos.

A pesar de los cambios, sigue ofreciendo sus servicios a clientes que necesitan llevar escritos a la para la Dirección de Mercados, Tesorería Municipal y notarias públicas, a quienes les elabora formatos y documentos en máquina de escribir.

“Aunque mi trabajo ya no es tan solicitado, considero que mis precios siguen siendo accesibles, van de 10 a 25 pesos, quizás parezca poco, pero es un ingreso constante que me permite seguir llevando sustento a mi familia.”

Al preguntarle si se considera el último escritor público, Sergio reflexiona: “Posiblemente, sí, con los cambios y la tecnología avanzando tan rápido, siento que en un futuro cercano nos reemplazarán completamente, sin embargo, siempre he considerado que este trabajo es muy noble, ya que gracias a él pude sacar adelante a mis cinco hijos y ofrecerles estudios.”

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