Irapuato, Gto. En la actualidad, los relojes no han tenido la misma importancia que se les daba en épocas anteriores, donde la tecnología no era la que se tiene hoy en día, pues ahora un celular cuenta con muchas de las herramientas que se usaban antes de modo independiente.
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Sin embargo, Gerardo Pérez aún mantiene vigente una profesión de la que poco se habla, como es la de reparar relojes, un mundo que aún tiene a sus clientes, pues para algunas personas el reloj no es sólo un accesorio, sino es una prenda más y para otros es incluso hasta un estilo que les da personalidad.
“Este taller lo inició mi padre Raúl Pérez en el año de 1962, lo adquirió por medio de su maestro, el señor Mosqueda. Antes se aspiraba a tres niveles: aprendiz, oficial y maestro, él se fue de aprendiz saliendo de la primaria, aprendiendo lo básico de la relojería, hasta que vio la necesidad de especializarse yéndose a Ciudad de México, en donde se convirtió en oficial, esto hasta que se decidió a poner su taller aquí en Irapuato, inicialmente en la calle Ocampo, hasta que se cambió al lado de la clínica Gallardo”.
Gerardo Pérez agregó que uno de los relojes de gran tamaño que tiene en su local ya es considerado una reliquia por el tiempo que tiene en función y, de hecho, era el favorito de su papá.
“El reloj que está detrás de mí es un reloj con la antigüedad de 120 años y ha durado por los mantenimientos que se le ha dado. Para mi papá este reloj era muy importante, ya que representaba su independencia como maestro”, indicó y dijo que mantener ese reloj funcional es un orgullo, pues sigue con el legado de su padre, pero también preserva una pieza que le hace recordarlo en todo momento.
Gerardo Pérez también narró que realmente este oficio no llevaba existiendo mucho tiempo entre su familia, ya que el primero en sentirse atraído por la relojería había sido su padre desde que había terminado la primaria.
“Mi familia se dedicaban a ser molineros, a mi papá no le gustaba, pero de todos modos iba a ayudar, renegaba mucho y decía que desde chico le llamó la atención el ser relojero.
“Después de la inundación, le llevaban muchos relojes dañados por el óxido y en ese tiempo yo iba a acompañar a mi hermano mayor, era el ayudante de mi papá, aunque no congeniaban del todo. En el oficio se empieza con la relojería pesada como de despertadores.
“Quien me encaminó realmente al oficio fue mi hermano mayor. Nuestro primer trabajo comisionado fue un reloj del padre Tomasito, que tenía forma de capillita; cuando lo fuimos a instalar sentí algo muy lindo y fue cuando me di cuenta que era lo que me gustaba, desde ahí para la fecha ésta es mi pasión y ya llevo 15 años en este negocio”.
Oficios como el que desempeña hoy Gerardo Pérez son muy importantes y es que quien en su vida no ha utilizado un reloj de pulso, de pared o hasta de bolsillo, que aunque para el propósito de ver la hora ya no son los más utilizados con la llegada de la tecnología, siguen siendo artículos de gran valor, algunos monetario, otros de valor sentimental y un fino toque de elegancia para cualquier vestuario.