/ domingo 17 de noviembre de 2024

Francisco Villa estuvo en Irapuato. Ésta es la historia de su estancia

Un personaje de la revolución sin duda, pero más humano que héroe, más un mito que un militar.

El paso de Francisco Villa en Irapuato tiene un registro de 1911 a 1915. En ese periodo gozó de la hospitalidad del capitán Alberto Albarrán en la casa de Guerrero y Ocampo, hoy conocida como La Casa de las Diligencias.

El cuartel principal estuvo en la hoy Escuela Primaria Aguiluchos de Chapultepec, antigua cárcel y también alcaldía. La Plaza de Toros de la Estación, de las esquinas actuales de Bolívar y avenida Del Trabajo, registra una corrida de toros en honor al guerrillero en 1912, año en que el coso cae como consecuencia de la inundación que hubo en esa época.

Un personaje de la revolución sin duda, pero más humano que héroe, más un mito que un militar.

Capaz de dar de comer a una población, que masacrar a la misma; podía igualmente comer que matar y luego regresar a la mesa.

Una de las historias registradas, esta vez no del hacendado que mató junto a su hijo por una moneda de plata, o de matar a un soldado por propasarse con una sirvienta, tampoco de abrir los vagones de maíz para la población.

En una comida dentro de la Casa Albarrán (hoy La Casa de las Diligencias), una mujer entró preguntando por la suerte de su esposo, tanto insistió que Villa se paró de la mesa y preguntó a Rodolfo Fierro, su lugarteniente y matón favorito, por el marido de la mujer, indicando que ya lo habían matado, la mujer empezó a golpear a Villa con todas sus fuerzas, gritándole: “¡Asesino!”. Villa la jaló del brazo y la llevó fuera de la casa, ahí en las esquinas de Guerrero y Allende, sacó su pistola, le disparó a la mujer y regresó a la mesa a comer.

El cuerpo de la mujer estuvo un rato tirado a media calle, pasó un tranvía de carga por Guerrero y en él venía el cuerpo del marido de esta mujer, algunos vecinos hicieron la parada del tranvía y subieron el cuerpo de la infortunada junto al de su esposo.

Ese también era Villa y no sólo los testimonios de personas cuyos abuelos presenciaron el evento. El capitán Albarrán lo consigna en sus bitácoras y apuntes.

En las a veces largas estancias de las tropas villistas en la estación del tren de nuestra ciudad, una adelita le dio forma a uno de los corridos más famosos de la Revolución, “El 7 Leguas”, de la inspiración de Graciela Olmos, “La Bandida”.

Graciela Olmos “La Bandida” Autora del corrido “El 7 Leguas”.


Nadie al momento puede argumentar un postulado revolucionario de Francisco Villa.

Porfirio Díaz dejó el país en 1911 y murió en 1915, tampoco dejó el poder por petición de su madre, la progenitora de don Porfirio falleció desde 1859.

Los que consideramos héroes distan mucho de serlo y los que lo son de verdad, se mantienen olvidados por una historia más cercana a la fantasía que a la realidad.

La importancia de Irapuato en la Revolución Mexicana no proviene de la historia oficial ni de los libros de texto, ni de periodistas que sólo retransmitían las partes editoriales emitidas por las fuerzas beligerantes.

Irapuato en la Revolución Mexicana es una historia armada enteramente a partir de diarios norteamericanos con corresponsales en las zonas de conflicto.

Los diarios norteamericanos, además de darnos las notas de sus hemerotecas, nos han dado una extensa colección de fotos sobre la lucha armada, sobre todo de nuestro interés en Irapuato.

Ese conjunto de diarios norteamericanos no se refieren a las batallas de Celaya, sino a las batallas del Bajío.

El paso de Francisco Villa en Irapuato tiene un registro de 1911 a 1915. En ese periodo gozó de la hospitalidad del capitán Alberto Albarrán en la casa de Guerrero y Ocampo, hoy conocida como La Casa de las Diligencias.

El cuartel principal estuvo en la hoy Escuela Primaria Aguiluchos de Chapultepec, antigua cárcel y también alcaldía. La Plaza de Toros de la Estación, de las esquinas actuales de Bolívar y avenida Del Trabajo, registra una corrida de toros en honor al guerrillero en 1912, año en que el coso cae como consecuencia de la inundación que hubo en esa época.

Un personaje de la revolución sin duda, pero más humano que héroe, más un mito que un militar.

Capaz de dar de comer a una población, que masacrar a la misma; podía igualmente comer que matar y luego regresar a la mesa.

Una de las historias registradas, esta vez no del hacendado que mató junto a su hijo por una moneda de plata, o de matar a un soldado por propasarse con una sirvienta, tampoco de abrir los vagones de maíz para la población.

En una comida dentro de la Casa Albarrán (hoy La Casa de las Diligencias), una mujer entró preguntando por la suerte de su esposo, tanto insistió que Villa se paró de la mesa y preguntó a Rodolfo Fierro, su lugarteniente y matón favorito, por el marido de la mujer, indicando que ya lo habían matado, la mujer empezó a golpear a Villa con todas sus fuerzas, gritándole: “¡Asesino!”. Villa la jaló del brazo y la llevó fuera de la casa, ahí en las esquinas de Guerrero y Allende, sacó su pistola, le disparó a la mujer y regresó a la mesa a comer.

El cuerpo de la mujer estuvo un rato tirado a media calle, pasó un tranvía de carga por Guerrero y en él venía el cuerpo del marido de esta mujer, algunos vecinos hicieron la parada del tranvía y subieron el cuerpo de la infortunada junto al de su esposo.

Ese también era Villa y no sólo los testimonios de personas cuyos abuelos presenciaron el evento. El capitán Albarrán lo consigna en sus bitácoras y apuntes.

En las a veces largas estancias de las tropas villistas en la estación del tren de nuestra ciudad, una adelita le dio forma a uno de los corridos más famosos de la Revolución, “El 7 Leguas”, de la inspiración de Graciela Olmos, “La Bandida”.

Graciela Olmos “La Bandida” Autora del corrido “El 7 Leguas”.


Nadie al momento puede argumentar un postulado revolucionario de Francisco Villa.

Porfirio Díaz dejó el país en 1911 y murió en 1915, tampoco dejó el poder por petición de su madre, la progenitora de don Porfirio falleció desde 1859.

Los que consideramos héroes distan mucho de serlo y los que lo son de verdad, se mantienen olvidados por una historia más cercana a la fantasía que a la realidad.

La importancia de Irapuato en la Revolución Mexicana no proviene de la historia oficial ni de los libros de texto, ni de periodistas que sólo retransmitían las partes editoriales emitidas por las fuerzas beligerantes.

Irapuato en la Revolución Mexicana es una historia armada enteramente a partir de diarios norteamericanos con corresponsales en las zonas de conflicto.

Los diarios norteamericanos, además de darnos las notas de sus hemerotecas, nos han dado una extensa colección de fotos sobre la lucha armada, sobre todo de nuestro interés en Irapuato.

Ese conjunto de diarios norteamericanos no se refieren a las batallas de Celaya, sino a las batallas del Bajío.

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