La migración es una situación extrema para miles de familias que salen de distintos países en busca de mejores oportunidades de empleo para ofrecerles una vida digna a los suyos, el sufrimiento es doble cuando se habla de la migración de personas con discapacidad.
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Este es el caso de una familia colombiana integrada por Francisco, de 32 años; su esposa Songy; su hijo Sebastián, de 9 años, y su hija Estefanía, de seis años, quienes cumplieron cuatro meses de viaje y pasaron por Irapuato.
En entrevista, relataron que el viaje ha sido muy complicado, ya que Sebastián cuenta con una discapacidad motriz que le impide caminar y es su padre quien lo ha cargado en la espalda todo el camino, con la esperanza de llegar a los Estados Unidos de América y poder encontrar un trabajo que le permita ofrecerle a toda su familia atención médica de calidad y una vida digna.
“Vengo con mi esposa y mis dos hijos, ella se encarga de cargar las maletas y yo me encargo de llevar a mis niños, venimos desde Colombia y viajamos hasta la ciudad de Hidalgo, duramos un mes caminando y nos demoramos 15 días en llegar a Ciudad de México, todo el viaje con mi pequeño en la espalda; tardé en llegar hasta allá también porque, la extorsión con migración es otro problema que no deja avanzar”, relató.
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El llevar a su hijo en la espalda se convierte en un peso menor al enfrentar otras situaciones como la extorsión y la falta de empleo en el camino, sin embargo, no se rendirá pues tiene claro lo que quiere para él y su familia.
Aseguró que el estar en México no ha sido tan grato, debido a que no han tenido acceso a los servicios de salud para su hijo, además de la falta de trabajo y capital.
“Tenemos prácticamente cuatro meses en México, estuvimos en Huehuetoca tres meses y es bastante desesperante estar aquí por el tema de la salud del niño, de la alimentación, que no hay trabajo, es bastante complicado porque no hay acceso a la salud”.
Narró que pudieron quedarse durante un tiempo en una estancia para migrantes, donde su hija se sentía muy triste debido a que diariamente conocía gente que no permanecía.
“Estuvimos un tiempo en una casa del migrante, donde mi hija Estefanía nos dijo que ella no era feliz viviendo ahí, porque no podía hacer amigas, ya que todos los días se iban, es una situación muy triste y difícil para nosotros, pero estamos seguros que lo hacemos esperando algo mucho mejor”.
Aseguró que si su situación fuera distinta, su familia y él ya se encontrarían viajando en autobús, pero debido a la inseguridad que se ha vivido últimamente con los secuestros no es una opción viable.
“Si las cosas fueran más sencillas, nosotros ya no estaríamos aquí, llevamos un par de días en Irapuato y nos esperaremos hasta que llegue el tren más seguro para poder seguir nuestro viaje, sin poner en riesgo a mi familia; si tuviéramos el capital ya estaríamos en un bus, pero también le temo por los secuestros que han habido”.
Al menos un par de meses más estiman que les tomará llegar a la frontera y buscar la manera de cumplir su objetivo.