Irapuato, Gto.- Lo conoció cuando era perseguido político y cuando se refugió en México; pasaron 20 años y fue en 1975 cuando el irapuatense Salvador Almaraz López volvió a encontrarse con su amigo que ahora era presidente de Cuba, Fidel Castro Ruz.
Salvador Almaraz López es considerado el último eslabón del muralismo mexicano, ese movimiento artístico que encabezaron Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros o Rufino Tamayo.
“Uno de mis deseos más grandes es pintar un mural en otro lado del mundo, dejar aunque sea una de mis obras, plasmada en otro lugar aparte de México”. Salvador Almaraz dice que esa fue la frase que hace 47 años le expresó al entonces presidente Luis Echeverría, para quien el muralista irapuatense ya había pintado retratos y murales personales e incluso para diferentes edificios públicos como en el Instituto Politécnico Nacional.
“De todas las personas que he conocido, Fidel Castro era una persona que imponía. Podía simpatizar o no con él, pero imponía y un no era casi no permitido para un personaje de esa talla.
“¿Qué haces cuando un amigo, pero también una persona que admiras te dice 'te admiro y haz algo para mí? Pues lo haces”.
En una entrevista para la Organización Editorial Mexicana, Salvador Almaraz platicó cómo fue que se acercó a Fidel Castro, ahora en calidad de presidente y el principal líder mundial de oposición del capitalismo.
“Cuando era más joven, ya había realizado decenas de murales y pinturas en todo México, ya era conocido en cualquier lugar, fue en 1970, pero cuando el expresidente de México, Luis Echeverría me contactó para que lo retratara a él y a su familia, a partir de aquella vez comenzamos una gran amistad, que hasta la fecha todavía mantenemos.
“Y un día me dijo: Chava, vamos a Cuba. Voy a estrechar lazos con Cuba y quiero que tú los plasmes. Tú sabes cómo hacerlo, porque además Fidel quiere que tú pintes algo para él.
“Yo me sentí muy honrado, que una persona como Fidel Castro me invitara a su país para realizar murales, nunca lo había esperado”.
Durante tres años, Salvador Almaraz estuvo en Cuba. Ahí realizó cuatro murales de pintura e hizo uno más con piedras de ríos cubanos, donde cada piedra era uno de los colores que el muralista irapuatense necesitaba.
“Estuve tres años allá y cada que terminaba un mural, venía a visitar a mi familia como 10 días y me regresaba, pero en el último mural, el de piedra, dejé de regresar por seis meses, porque fue el que me llevó más tiempo.
“Disfrutaba mucho estar allá, porque hacía arte, conocí a muchas personas y otro país, aunque el horario para mí era un problema, porque allá tenía que desayunar a las siete de la mañana y en México yo desayunaba a las 10 de la mañana, también la comida, no había tortillas, ni chiles, pero sí había mucha carne, aunque la carne nunca me ha gustado y todavía no me gusta”.
Almaraz aseguró que en su estancia en Cuba, apreció la importancia que le daban y la amistad con los alumnos de las escuelas, expresó que los quería como a sus hijos.
Fidel Castro admiraba el trabajo del irapuatense
“Fidel Castro me recibió con una cordialidad inigualable, él me confesó que ya me conocía por mi trabajo, pues admiraba mucho mis murales.
“Yo conocía presidentes, gobernadores y artistas, pero él era un hombre divino, porque sabía todas las técnicas de los pintores y el trato que él tenía era muy amable, porque cuando veía a una amistad era muy cordial y muy bueno con toda Cuba”.
Mientras Salvador Almaraz recorría las calles de Cuba junto con Fidel Castro, entabló una conversación de tres horas, en donde Fidel expresó su alegría al saber que Almaraz realizaba sus obras en el país, por lo que le propuso algo que nadie más le había ofrecido.
“Me ofreció lo que jamás en mi vida me habían ofrecido: casa, estudio y poder trabajar en donde yo quisiera, Fidel Castro me ofreció todo, hasta poder llevarme a mi familia a Cuba, con tal de que me quedara ahí, pero lo rechacé, le dije que estaba muy agradecido por la propuesta que me había brindado, pero que no podía aceptarlo; entonces él se desconcertó y pidió explicaciones, ya que me había ofrecido de todo, así que yo le contesté: 'Yo estoy muy arraigado a mi patria y a mi familia', pues no podía abandonar a mi México”.
Salvador Almaraz confesó que rechazó la propuesta de Fidel Castro, porque parecía una orden, ya que todo lo que él pedía se hacía.
“Desobedecí a semejante personaje, un dictador, mucha gente no lo quería sobre todo los 'gringos' que eran enemigos de él, pero yo siempre tuve mucho afecto hacia él, aunque cada que regresaba de Cuba, mis amigos y familia no aceptaban que trabajara con él”.
Sus obras en Cuba
En Cuba, Salvador Almaraz pintó cuatro murales y realizó uno de piedra, los murales pintados fueron de acuerdo al nombre de cada escuela, “Encuentro de Fidel Castro y Luis Echeverría” realizado con acrílico, en donde muestra la amistad y colaboración de ambos presidentes; “Lázaro Cárdenas”, este mural está en el Instituto Tecnológico Lázaro Cárdenas, en Santa Clara del Cobre, en aquel entonces Fidel Castro lo solicitó para honrar a los personajes históricos de México.
Los otros dos murales, “La Batalla del Molino del Rey, ubicado en Güira de Melena, la obra muestra el escenario de la batalla del Molino del Rey, entre el ejército norteamericano y el ejército mexicano; “La Batalla de los Niños Héroes de Chapultepec, en Artemisa, para honrar a los jóvenes héroes.
“La hermandad entre México y Cuba”, ubicado en Santa Clara, es el mural de piedra que mide 26 metros de largo y 16 metros ancho, es de los más representativos de Cuba y muy similar al que hay en Irapuato, pues el artista realizó la misma técnica en ambas obras.
Este mural, representa a personajes destacados de la historia de ambos países, en el centro, hay dos manos que se saludan, pues esta figura representa la estrecha relación de México y Cuba, detrás del saludo, está un sol que representa el beneficio de esa relación; arriba, está una mujer indígena y una de raza negra, que representa ambas naciones y justo en medio de ellas, hay una mujer que demuestra la mezcla de ambas culturas y razas; hasta arriba están las banderas de los dos países.
En cada extremo del mural, están los personajes destacados de cada nación; Benito Juárez, Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Francisco Villa, Emiliano Zapata y Lázaro Cárdenas, que simbolizan a México; mientras que José Martí Pérez, Camilo Cienfuegos, Julio Antonio Mella, Fidel Castro y el Che Guevara, representan a Cuba.
“Este mural me llevó seis meses hacerlo, tardé más porque era de piedra, hice bocetos, dibujos, cortamos las piedras y las pegamos a mosaicos por color y tamaño, fue un proceso muy largo.
“Mientras lo hacía, los cubanos lo miraban sorprendidos y algunos me decían 'Oiga, ese mural va a desaparecer cuando llueva o haga calor', porque pensaban que era pintura, pero yo les contesté 'jamás va a desaparecer mi mural, porque son piedras de colores naturales y si se empolvan o manchan se lavan con agua'”.
Después de que Almaraz terminó su obra, regresó a México, pero años más tarde volvió a Cuba junto con su familia para mostrar lo que había hecho.
“Cuando llegamos a una escuela para ver mis murales, una persona me reconoció, pues era un estudiante que me ayudó con los murales y ahora ya era maestro, gritó a todos 'Almaraz está vivo', entonces todos corrieron hacia mí para conocerme y tomarse fotos, pues pensaban que estaba muerto”.
Actualmente sus murales en Cuba, Chile y México continúan intactos y Salvador Almaraz, ahora es considerado el último eslabón del Muralismo.