/ lunes 3 de diciembre de 2018

Dan último adiós a Don Jesús, el hombre de las bolsas

Este lunes, Don Jesús fue despedido por los pocos familiares que en Irapuato tenía, pero a su sepelio acudieron también irapuatenses que en algún momento lo ayudaron

En sus últimos días, Don Jesús, “el hombre de las bolsas”, daba señales de que estaba por recobrar la lucidez que algún día tuvo: ya reconocía a sus familiares, ya aceptaba ayuda y de vez en cuando regalaba una sonrisa; parecía que el día del milagro estaba cerca, pero no pudo llegar.

El Dato...

A las 15:25 horas Don Jesús fue sepultado en el panteón.


Este lunes, Don Jesús fue despedido por los pocos familiares que en Irapuato tenía, pero a su sepelio acudieron también irapuatenses que en algún momento lo ayudaron, irapuatenses que a pesar de que Don Jesús era muy reacio al trato llegaron a establecer códigos de comunicación que sólo ellos entendían, como el que tuvo con Mireya Montes, una mujer que le dejaba comida en bolsas de plástico en los botes de basura que “el hombre de las bolsas” llegaba a frecuentar y que al principio rechazaba, pero tras el tiempo terminó aceptando esa ayuda con complicidad.

68

Años tenía “el hombre de las bolsas”.


“Cuídate tú, yo estoy bien, cuídense ustedes”, le llegó a decir Don Jesús a Luis Gerardo Arredondo, su sobrino, quien dijo que en sus últimos días parecía que poco a poco iba recobrando la memoria y confiaban que sólo era cuestión de tiempo para que “el hombre de las bolsas” pudiera tener ese nuevo chispazo que le permitiera llevar una vida normal.


Don Jesús cuando era joven.


“En las últimas ocasiones que lo vimos ya estaba mejor, ya platicaba, porque antes costaba mucho trabajo acercarse a él, corría, no quería saber nada de nadie, tenía delirio de persecución por los episodios de esquizofrenia que tenía, pero al final ya aceptaba platicar con nosotros.

“'Cuídate tú, yo estoy bien', nos decía cuando íbamos a verlo. Ya no lo presionábamos para que regresara, teníamos esa esperanza de que el milagro pudiera ocurrir, pero lamentablemente no llegó y es parte de ese sentimiento de frustración, porque creemos que sí pudo haber pasado eso que todos esperamos un día”, dijo el sobrino de Don Jesús.

Su Frase...

“Cuídate tú, yo estoy bien”, la frase que les decía a sus familiares en los últimos días de su vida.


Al conocer la noticia de la trágica muerte de don Jesús, los irapuatenses se consternaron y sintieron que habían perdido a un familiar suyo. Las llamadas para conocer en dónde sería velado eran constantes para la familia Arredondo, quienes tuvieron muchas complicaciones para que les regresaran el cuerpo, pues no había muchos documentos de Don Jesús; sin embargo, una hermana comenzó a buscar incesantemente entre sus archivos y encontró el acta de nacimiento del “hombre de las bolsas” y fue como les pudieron dar el cuerpo, el cual fue velado en una conocida funeraria de la avenida Solidaridad.


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“El servicio nos lo donó una persona, nos lloró y rogó que aceptáramos y aceptamos. La familia no buscamos nada, sólo queríamos que mi tío pudiera tener una sepultura digna y gracias al apoyo de los irapuatenses se logró. Hay mucha gente que aquí está y no conozco”, dijo Luis Gerardo y es que los familiares no eran más de 10 personas, pero en la funeraria se congregaron decenas de personas para darle el adiós al hombre que entre el mito y la realidad logró colarse en el imaginario y en el corazón de los irapuatenses.


Le lloran irapuatenses


María Retana, habitante de la calle Terán, fue una de las asistentes al funeral de Don Jesús. No era su familiar, nunca habló con él, no tuvo relación de amistad, pero estuvo ahí para darle el último adiós. ¿La razón? El 20 de mayo de 2016 el “hombre de las bolsas” le entregó un papel con un escrito que decía “ Cuando un ciego llora es lo más triste del mundo. Yo soy un ciego”.

“Quise preguntarle qué quería decirme, pero me ignoraba. Es lo único que guardo de él, ese papelito que un día me dio y que aún lo conservo. Nunca me aceptó nada, cuando quise hablarle corría, pero esa única comunicación que tuve conmigo me obligó a estar aquí, a darle el último adiós a alguien que sólo de vista conocí, pero que él y yo sabíamos que algo hubo para que me diera ese papel”, dice la mujer entre lágrimas.


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A las 15:25 horas, el cuerpo de ese hombre que en su juventud jugó futbol, que trabajó en los talleres de El Sol de Irapuato y donde le decían “El Pollo”, que ejerció la medicina, que tuvo un fuerte accidente en la década de 1970 y que a causa de eso le fue incrustada una placa de platino para salvarle la vida; ese hombre que tras esa operación comenzó a perder la lucidez que tenía; ese hombre que escapó de su casa y que aunque luego lo regresaban, se volvía a escapar por las ventanas; el hombre que en 1996 desapareció y apareció dos años después en Panamá, donde fue repatriado y a donde llegó caminando; ese hombre al que jóvenes artistas irapuatenses le hicieron un mural y que titularon “el hacedor de sueños”; ese hombre que hacía sus vestimentas con bolsas de plástico y en las últimas fechas, como parte de su recuperación de la lucidez, ya usaba pantalón o alguna camisa; ese hombre que tras su muerte se convirtió en una auténtica leyenda urbana, era enterrado en su tumba y junto con él los mitos que lo rodearon, las esperanzas de su familia por recuperarse y el cariño de cientos de irapuatenses que tras su muerte sintieron que perdieron a alguien cercano, que perdieron a Don Jesús.


Un mural le fue hecho en su honor.



En sus últimos días, Don Jesús, “el hombre de las bolsas”, daba señales de que estaba por recobrar la lucidez que algún día tuvo: ya reconocía a sus familiares, ya aceptaba ayuda y de vez en cuando regalaba una sonrisa; parecía que el día del milagro estaba cerca, pero no pudo llegar.

El Dato...

A las 15:25 horas Don Jesús fue sepultado en el panteón.


Este lunes, Don Jesús fue despedido por los pocos familiares que en Irapuato tenía, pero a su sepelio acudieron también irapuatenses que en algún momento lo ayudaron, irapuatenses que a pesar de que Don Jesús era muy reacio al trato llegaron a establecer códigos de comunicación que sólo ellos entendían, como el que tuvo con Mireya Montes, una mujer que le dejaba comida en bolsas de plástico en los botes de basura que “el hombre de las bolsas” llegaba a frecuentar y que al principio rechazaba, pero tras el tiempo terminó aceptando esa ayuda con complicidad.

68

Años tenía “el hombre de las bolsas”.


“Cuídate tú, yo estoy bien, cuídense ustedes”, le llegó a decir Don Jesús a Luis Gerardo Arredondo, su sobrino, quien dijo que en sus últimos días parecía que poco a poco iba recobrando la memoria y confiaban que sólo era cuestión de tiempo para que “el hombre de las bolsas” pudiera tener ese nuevo chispazo que le permitiera llevar una vida normal.


Don Jesús cuando era joven.


“En las últimas ocasiones que lo vimos ya estaba mejor, ya platicaba, porque antes costaba mucho trabajo acercarse a él, corría, no quería saber nada de nadie, tenía delirio de persecución por los episodios de esquizofrenia que tenía, pero al final ya aceptaba platicar con nosotros.

“'Cuídate tú, yo estoy bien', nos decía cuando íbamos a verlo. Ya no lo presionábamos para que regresara, teníamos esa esperanza de que el milagro pudiera ocurrir, pero lamentablemente no llegó y es parte de ese sentimiento de frustración, porque creemos que sí pudo haber pasado eso que todos esperamos un día”, dijo el sobrino de Don Jesús.

Su Frase...

“Cuídate tú, yo estoy bien”, la frase que les decía a sus familiares en los últimos días de su vida.


Al conocer la noticia de la trágica muerte de don Jesús, los irapuatenses se consternaron y sintieron que habían perdido a un familiar suyo. Las llamadas para conocer en dónde sería velado eran constantes para la familia Arredondo, quienes tuvieron muchas complicaciones para que les regresaran el cuerpo, pues no había muchos documentos de Don Jesús; sin embargo, una hermana comenzó a buscar incesantemente entre sus archivos y encontró el acta de nacimiento del “hombre de las bolsas” y fue como les pudieron dar el cuerpo, el cual fue velado en una conocida funeraria de la avenida Solidaridad.


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“El servicio nos lo donó una persona, nos lloró y rogó que aceptáramos y aceptamos. La familia no buscamos nada, sólo queríamos que mi tío pudiera tener una sepultura digna y gracias al apoyo de los irapuatenses se logró. Hay mucha gente que aquí está y no conozco”, dijo Luis Gerardo y es que los familiares no eran más de 10 personas, pero en la funeraria se congregaron decenas de personas para darle el adiós al hombre que entre el mito y la realidad logró colarse en el imaginario y en el corazón de los irapuatenses.


Le lloran irapuatenses


María Retana, habitante de la calle Terán, fue una de las asistentes al funeral de Don Jesús. No era su familiar, nunca habló con él, no tuvo relación de amistad, pero estuvo ahí para darle el último adiós. ¿La razón? El 20 de mayo de 2016 el “hombre de las bolsas” le entregó un papel con un escrito que decía “ Cuando un ciego llora es lo más triste del mundo. Yo soy un ciego”.

“Quise preguntarle qué quería decirme, pero me ignoraba. Es lo único que guardo de él, ese papelito que un día me dio y que aún lo conservo. Nunca me aceptó nada, cuando quise hablarle corría, pero esa única comunicación que tuve conmigo me obligó a estar aquí, a darle el último adiós a alguien que sólo de vista conocí, pero que él y yo sabíamos que algo hubo para que me diera ese papel”, dice la mujer entre lágrimas.


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A las 15:25 horas, el cuerpo de ese hombre que en su juventud jugó futbol, que trabajó en los talleres de El Sol de Irapuato y donde le decían “El Pollo”, que ejerció la medicina, que tuvo un fuerte accidente en la década de 1970 y que a causa de eso le fue incrustada una placa de platino para salvarle la vida; ese hombre que tras esa operación comenzó a perder la lucidez que tenía; ese hombre que escapó de su casa y que aunque luego lo regresaban, se volvía a escapar por las ventanas; el hombre que en 1996 desapareció y apareció dos años después en Panamá, donde fue repatriado y a donde llegó caminando; ese hombre al que jóvenes artistas irapuatenses le hicieron un mural y que titularon “el hacedor de sueños”; ese hombre que hacía sus vestimentas con bolsas de plástico y en las últimas fechas, como parte de su recuperación de la lucidez, ya usaba pantalón o alguna camisa; ese hombre que tras su muerte se convirtió en una auténtica leyenda urbana, era enterrado en su tumba y junto con él los mitos que lo rodearon, las esperanzas de su familia por recuperarse y el cariño de cientos de irapuatenses que tras su muerte sintieron que perdieron a alguien cercano, que perdieron a Don Jesús.


Un mural le fue hecho en su honor.



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