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Con más de 25 años de experiencia en la venta de "chacharitas" a las afueras del mercado de Irapuato, en la avenida Guanajuato, Ramiro Castañeda Hernández es un ejemplo de perseverancia y dedicación en el comercio, este irapuatense ha sabido adaptarse y mantenerse firme en su oficio, reparando y vendiendo todo tipo de artículos usados.
Desde pequeño, Ramiro desarrolló una ética de trabajo inquebrantable, a los 8 años, comenzó boleando zapatos y más adelante trabajó en el campo, en la construcción y como policía municipal, donde también fue operador de radio entre 1983 y 1986. Su paso por distintas ocupaciones y hasta por el ejército le dejó valiosas experiencias, que lo forjaron a ser un hombre trabajador y responsable, hasta hoy en día.
Fue en 1996 cuando decidió dedicarse a las "chacharitas", gracias a la invitación de un amigo, quien le sugirió vender cosas que ya no necesitara de su propia casa y desde entonces, se ha dedicado a la venta y compra de estas mercancías que al principio era pura “chacharitas” a hora también tengo cosas nuevas, bueno es que ahora tengo que meter artículos nuevos hay que equilibrar un poco lo usado con lo nuevo entre risas lo comenta, ya que los clientes también buscan entre las “chacharas” algo nuevo.
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Además de esto, Ramiro Castañeda, ha aprendido a reparar bicicletas, licuadoras y planchas, convirtiéndose en un comerciante versátil y confiable en el mercado local, dice que no nada más es vender esto, sino también entrarle a las reparaciones, la vida nos da opciones y entre más tengas sigues aprendiendo y más progresas.
Para Ramiro, la vida misma es un negocio. “Todo en esta vida es negocio, yo compro para vender, quieres algo, te va a costar y para tenerlo tienes que trabajar”, expresó con firmeza.
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Por último, Ramiro aconseja a los jóvenes aprovechar las oportunidades, evitando el peligro de las malas decisiones en un mundo cada vez más competido y complicado.
“Aprovechen las oportunidades, no es como antes, hoy todo está muy competido, eviten problemas y elijan el buen camino”, concluye Ramiro.
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