Chani Aldana es un hombre de 39 años quien junto con su ex pareja e hija de siete años experimentaron una historia bastante complicada de inmigración que, hasta la fecha, les sigue implicando un reto.
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Lleno de talento y amor hacia el arte y a su hija, contó la historia de cómo llegó desde su país, Venezuela, hasta Irapuato y lo que tuvo que sufrir para no ser indocumentado en México, país al que ha abrazado y ama como al suyo; sin embargo, se describe afortunado al conocer historias más duras de amigos y hasta familiares que intentaron iniciar de nuevo en otros países.
No fue fácil. Su historia la inició realizando los trámites necesarios y las causas que los orillaron a salir de Venezuela eran la situación que atraviesa este país en cuanto al sistema de salud y economía, por lo que querían una vida mejor para ellos y sabían que para obtenerla tenían que salir de ahí.
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La forma en la que lograron irse del país fue tomando un autobús con destino a la frontera y desde el puente que separa a Venezuela de Colombia comenzó su travesía, con una larga caminata hasta Cúcuta, ciudad fronteriza de Colombia, donde él tiene familia.
Al pasar una semana, con ayuda de sus familiares consiguieron tomar un avión con destino a Ciudad de México.
Chani contó que su intención verdadera era llegar a Perú o Chile, pero su hermana menor, quien también logró emigrar a Canadá y que actualmente vive con su esposo irapuatense, le comentó que sería mejor llegar directamente al municipio para recibir ayuda de la familia de su cuñado.
“Mi plan era ir a Perú o Chile, pero mi hermana menor que ya es ciudadana canadiense y está casada con chavo de aquí de Irapuato, fue la que me dijo que me viniera para acá, pero primero llegué a Guanajuato capital. Yo soy ingeniero en informática y estaba trabajando en una empresa de maquinado de piezas automotrices como operador de CNC”, relató.
Chani contó que cuando seguía viviendo en su país solicitó dos veces la visa para irse con su hermana y su mejor amigo a Canadá, pero en los dos intentos se la negaron.
“Cuando eres venezolano y solicitas la visa, saben que es porque quieres quedarte a vivir allá por la misma situación del país y te ponen muchos peros. De hecho, los familiares de mi mejor amigo que vive en Canadá trabajan en migración y ellos dicen que tienen el papeleo en secciones; si los papeles salen de México, los ponen en una carpeta amarilla, si es un ciudadano estadounidense los ponen en una carpeta verde, pero si eres venezolano directamente los ponen en la carpeta roja”.
Mencionó que él no quería vivir como indocumentado en ningún lugar, esto tomando en cuenta la comodidad que buscaba para su pequeña hija y para él, así que comenzó a investigar dónde tenía que ir y qué documentos necesitaban sacar para que los trámites pudieran hacerse, pero notó que era un proceso complicado y tardado.
Al saber que tenía que sacar una visa laboral, viajó hasta la embajada en Ciudad de México, pero al llegar le dijeron que no podían procesar su solicitud, si no lo hacía desde fuera del país.
“La opción más cómoda que me dieron fue viajar para Guatemala, me dicen, ‘vas a la embajada y solicitas la visa y ya te regresas con tu hija para acá a México’; le pregunté al abogado ‘¿y si no me la aprueban?’ , era quedarme yo en Guatemala y mi hija aquí sola, se me hacía un riesgo muy grande y era muy probable no me la aprobaran por lo mismo de las migraciones venezolanas”.
Al ver que no era tan fácil el viajar lejos de su hija y con la posibilidad de que le volvieran a negar la visa, fue cuando decidió pedir refugio al país.
“Cuando quise hacer el trámite para pedir el refugio, pensé que era como en mi país, tener que ir a la capital para hacer todo tipo de trámites, así que me fui a Ciudad de México quedándome dos días para que caducara mi permiso de turista.
“Al llegar allá me dijeron que mis papeles no podían ser procesados ahí, ya que tenía que ir al más cercano a donde vivía y era en León. Mi solicitud fue negada, pero metí una apelación y tuve que ir a firmar todos los lunes de que me seguía interesando el refugio durante dos años”.
A pesar de la duración del trámite, Chani consiguió la residencia permanente y su hija adquirió una identificación que deberá ser actualizada cada cierto tiempo.
MIGRAR ES UNA BATALLA CONTRA DISTINTOS PELIGROS
Chani aseguró que lo más difícil qué pasó en realidad en su inmigración fue la caminata hasta la frontera de Colombia, porque había demasiadas personas, los guardias le dijeron que en todo momento debía cargar a su hija, porque si se tropezaba la gente no se detendría y la aplastaría, eso ya había pasado otras veces.
Sin embargo agradeció que todo lo qué pasó junto con su hija no ha sido tan difícil como otros casos cercanos a él.
“Mi primo sí se aventó todo el trayecto caminando desde Venezuela hasta Colombia, el viaje duró como cuatro meses más o menos. Por lo que le daban de tomar para aguantar correr bajo el sol y el calor, por no dormir bien, por estar al pendiente de los animales salvajes, también un grupo de personas que fueron secuestrados por un cártel y los obligaron a cocinarles y lavarles la ropa”.
También contó cómo trabajó un buen rato como operador de producción en una empresa que fabricaba piezas automotrices. Él aseguró que era un trabajo bastante pesado y que trabajar horarios largos con la paga que si bien no creía que estaba mal, el comprar una pizza de las más accesibles eran un lujo que no se podían permitir tan seguido.
“Era un trabajo donde trabajaba casi 12 horas, ganaba 2500 pesos, que pues no estaba mal porque me alcanzaba para la renta del departamento, la comida y las cosas que necesitaba mi niña pero era una friega”.
ENCUENTRA EN EL TATUAJE UNA FUENTE DE INGRESOS
Al ver que, las oportunidades de trabajar en lo que hacía no le ofrecían las condiciones que necesitaba para sacar adelante a su hija Chani encontró en el tatuaje un ingreso extra, ahora se dedica de lleno a eso.
“Me di cuenta que mis manos eran más útiles o en la carrera de informática que había cursado o mi profesión actual qué es el tatuaje”.
Contó que él comenzó a tatuar para poder cubrir los tatuajes que su hermana se había hecho a lo largo de su adolescencia, sin embargo, el dibujo era algo que llevaba en la sangre, pues viene de una familia de artistas.
“Yo no sé con quién iba, pero le hacían unos tatuajes horribles, me enojaba con ella cada que veía lo que le habían hecho, así que le dije que yo se los iba a arreglar”.
Dijo que a pesar de que toda la vida tuvo la habilidad de dibujar, el tatuaje era mucho más difícil.
“Siento que no era por cuestión del peso de la máquina ni la vibración de la misma, sino los nervios de saber que si te equivocas vas a arruinar la piel de una persona”.
Fue cuando comenzó a buscar trabajo en un estudio de tatuajes, dejando su currículum con fotos de su experiencia, llegó así al estudio Burlesque, en Irapuato, y al mostrarlo le dieron la oportunidad de empezar al instante.
“Cuando llegué a Burlesque y mostré mi experiencia, me dijeron que me podían recibir ya mismo, pero lo malo es que no contaron con mis años de experiencia y me pusieron de aprendiz.
“Yo estaba un poco preocupado porque no iba a recibir un salario durante el tiempo de prueba, porque no podía durar mucho así con mi hija aquí conmigo, entonces seguí una semana más de operador de producción pero de verdad ya no quería dedicarme a eso, así que me aventé al tiempo prueba que solicitaban en el estudio, fueron tres meses en los que me ayudaron mi hermana y mi mejor amigo con los gastos”.
El trabajo que desempeñaba en el estudio era principalmente el arreglar o tapar tatuajes ya que era lo que más había hecho hasta ese momento.
Después de estar en Burlesque por bastante tiempo, decidió que era momento de buscar otro estudio para poder generar más experiencia.
Comentó que ya puede pedir la nacionalidad mexicana tras pasar cinco años viviendo en el país y está interesado en conseguirla.
Afirmó que si consigue la nacionalidad le gustaría viajar a Canadá para poder trabajar como tatuador por unos meses y regresar a México.
“También me gustaría que en un futuro al tener pasaporte mexicano pueda viajar para Canadá mucho más fácil en comparación si lo hiciera con mi pasaporte venezolano, que por cierto ya debería renovarlo, pero lo veo innecesario ya que es un documento muy caro y no sirve en ningún lado.
“Quiero ver a mi hermana y a mi mejor amigo además de ir a trabajar a un estudio donde tengo la oportunidad de laborar, que me consiguió mi amigo; aquí en México casi no he podido tatuar lo que más me gusta, la cultura japonesa incluyendo obviamente la animación y siento que allá habrá más gente que le guste mis diseños”.