No hay una cifra exacta, pero hubo decenas de muertos, entre ellos por lo menos cinco bebés; docenas de casas destrozadas y centenares de irapuatenses afectados. Las intensas lluvias que provocó la tormenta tropical Brenda, que llegó por el Pacífico mexicano, así como el improvisado asentamiento y población de Irapuato causaron una de las inundaciones más severas de la época contemporánea del municipio. Esa inundación que dicen los que la vivieron cambió la cara y la vida de Irapuato, sembró el temor colectivo ante las lluvias e inundaciones y la que hizo que muchos perdieran lo más preciado para ellos: su patrimonio y hasta sus seres queridos.
La cifra oficial de fallecidos en la inundación de 1973 es variable y es acorde a la dependencia que emite los reportes: por ejemplo, la Secretaría de la Defensa Nacional reportó que hubo 62 muertos; el Registro Civil dio cuenta de 123 fallecidos, según las anotaciones que hicieron en la mesa de registro del Panteón Municipal e incluso la prensa internacional reportó que había informes de entre 200 y 300 personas.
En 2019, El Sol de Irapuato dio a conocer en exclusiva un reporte oficial de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), en donde da cuenta que en la inundación de 1973 hubo cinco mil 312 personas desaparecidas.
El documento encontrado en el Archivo Histórico de la Sedena, a través de una solicitud de información, refiere lo siguiente: “Secretaría de la Defensa Nacional. Dirección General de Transmisiones. Urgente. 10 de septiembre del '73. Campo Militar Dieciséis. Irapuato. Cifra de personas fallecidas registradas por personal de la Secretaría de la Defensa Nacional: 62. Personas sin rastros: 5, 312. Incidencia: Inundación”, dice el documento firmado por el general Félix Galván López, entonces comandante de la 16/a. Zona Militar.
Era mayo de 1973 y el calor era insoportable en Irapuato. Las lluvias que caían de forma puntual el 15 de mayo, día de San Isidro Labrador, y donde los campesinos esperaban su llegada no se hicieron presentes. Los incipientes pronósticos indicaban que las lluvias llegarían retrasadas, pero con intensidad.
Casi al terminar la Primavera, por ahí del 21 de junio, el clima sufrió un cambio radical: de no llover, repentinamente llegaron los chubascos que azotaron la región. Los últimos diez días de junio y todo julio la lluvia no cesó en Irapuato y en Guanajuato. Para entonces, municipios como Moroleón, Uriangato habían sido devastados por la lluvia.
Agosto lluvioso
Agosto llegó y las precipitaciones no cesaban. En sólo 10 días había llovido lo que no en cinco años. Municipios como Romita se veían afectados por la presencia de lluvias, el desbordamiento de presas, represas, arroyos y riachuelos eran la antesala de lo que se aproximaba.
El 15 de agosto de 1973, el entonces comandante de la 16/a. Zona Militar, recorría, advertía en una entrevista publicada por El Sol de Irapuato, que si continuaba lloviendo, Irapuato peligraba y podía inundarse.
Sus sospechas no fueron en vano, pues desde el 10 de agosto se había reventado la presa de Santa Ana del Conde, en Guanajuato, y de inmediato las autoridades comenzaron a verter el líquido hacia la presa de La Sandía, la cual era pequeña y tenía poca capacidad, por lo que ésta terminó por desbordarse.
Entonces, el agua tuvo que ser canalizada hacia la presa de La Sardina y lo previsible llegó: el 14 de agosto tampoco la presa de La Sardina aguantó la capacidad de millones de litros de agua y terminó por desbordarse también y comenzó el peregrinar del agua, el cual encontró ruta en el río Guanajuato, al cual le aumentó su nivel en forma alarmante.
El agua que llevaba el río era demasiada y terminó por desbordarse a la altura del cerro de La Garrida. La Secretaría de Recursos Hidráulicos y el Ejército Mexicano comenzaron a cerrar las compuertas del río Guanajuato para redireccionar el agua hacia el canal de Tepalcates y con ella el agua se fuera hacia la presa de El Conejo.
Para ese entonces, el río Silao también presentaba una importante carga de agua y el espectáculo ofrecido por la cantidad de líquido que llevaba y con la fuerza en la que se dirigía, ocasionó que muchas personas acudieran a la altura de las colonias Españita y Los Cobos a ver el espectáculo de ‘la víbora de agua’, como muchos le conocieron.
¡Ahí viene el agua!
Para entonces el rumor era fuerte: Irapuato se iba a inundar. La expectación aumentó y en lugar de que las personas tomaran previsiones, decenas de curiosos iban a lo que entonces era la orilla de la ciudad, por la zona donde hoy está el Puente Siglo XXI, a ver si ya había llegado el agua, esa de la que tanto habían estado hablando.
Y llegó el 18 de agosto. Desde los primeros minutos de ese sábado, más de una centena de elementos del Ejército Mexicano ponían más de 22 mil costales en los límites de la presa de Alto Arandas, conocida popularmente como la presa de El Conejo, y tratar de aumentar su altura y con ello su capacidad para contener el agua acumulada de la lluvia y la de las otras presas reventadas.
No hubo de otra más que abrir la presa. La idea era ir sacando de poco en poco el agua, pero la naturaleza se les adelantó y les ayudó en sus labores: la cantidad de agua que seguía llegando a la presa de El Conejo fue tal, al grado que el bordo que había terminó por reventar, pero otra versión indica que fue reventada a propósito. La inundación de una ciudad, a costa de salvar unos terrenos.
Lo que el agua se llevó
Personal militar, quienes ya sabían de la magnitud del problema, se aprestaron para evacuar a las comunidades cercanas a la presa, las cuales iban a ser las primeras golpeadas por el agua, que cada vez era más y la gente que había ignorado el problema, ahora se topaba con que ésta no los dejaba salir. Muchos habrían de subirse a las azoteas de sus casas, si es que éstas no se cayeron, porque en ese entonces muchas eran de adobe.
Solicitaron una lancha para poder auxiliar a las rancherías. En una lancha viajaban once personas que acompañaron al entonces presidente municipal, Max Kirchbach Fajardo. La fuerza del agua no los dejó llegar y su salvación fue un árbol, que luego habría de caerse y con él el presidente municipal, quien caía a las aguas profundas y lodosas de esa corriente. Un joven se arriesgó y saltó para rescatar al presidente Kirchbach. Aquello comenzaba a tomar tintes de tragedia.
El agua entró a la ciudad por el bulevar Arandas, siguió por Guerrero y de ahí se dispersó por las calles de las colonias Rodríguez, Santa Julia y el Centro. Pero también entró por la zona norte, por el río Silao, y afectó a Españita, Los Cobos y la zona de lo que ahora es Ciudad Deportiva. El agua ya estaba en Irapuato y afectaba a por lo menos 14 comunidades rurales que quedaron bajo el agua.
Casas, muchas de ellas de adobe todavía, cayeron en un santiamén. Llegaron a contabilizar en la pérdida más de dos mil 500 automóviles, dos mil casas, millonarias pérdidas materiales en muebles y algunos electrodomésticos. Animales de granja y domésticos también fueron arrasados. Irapuato estaba destrozado.