Interesada en el pasado de México, la dramaturga y escritora Susana Wein se adentra en las líneas de la ficción histórica con la publicación de “La prisionera húngara”, ambientada durante los primeros años del porfiriato.

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Se trata de la historia de “Minerva”, una joven húngara, quien decide cambiar el sentido de su vida, luego de enterarse de que su padre no es el que siempre creyó, sino más bien un tal “Plotino Rhodakanaty”, un anarquista griego que reside en México. Al lanzarse en su búsqueda, la joven se encontrará con una sociedad muy distinta a la suya, se enamorará y se sentirá perseguida.

“‘Minerva’ no es una mujer rebelde que trate de romper con todo, más bien trata de vivir dentro de los valores con los que creció, pero aún siempre está intentando que su vida cambie, que alcance lo que para ella es importante. Y para ella lo que es importante es encontrar a su padre, tal vez sin medir que no va a ser nada fácil.

“Creo que la identidad es algo de suma importancia para la conformación de los individuos, sin ella no puede ser. Y la verdad es que muchas veces la identidad también viene del hombre, nuestro padre”, comenta Susana Wein, en entrevista con El Sol de México.

Parte de lo que destaca la escritora de la travesía de “Minerva” es la forma en la que tiene que sobreponerse a personas, en su mayoría hombres, que intentan aprovecharse de ella, no sólo de su condición como extranjera, sino también como mujer.

“Creo que esa sociedad machista aún existe. Un lugar donde nuestra función básicamente es ser madre o hija. Pero, ¿qué hacemos con nuestros sueños de querer ser algo más? Aún queda presente en las relaciones la tutela del hombre”, agrega.

Wein comenta que si bien esta novela es histórica, la gran mayoría de los personajes son ficticios, “pero nos hacen ver cómo los personajes históricos pueden tener repercusiones en las vidas cotidianas de las personas”. Uno de esos personajes, es el misterioso “Plotino”.

“Este personaje se unió a los combatientes húngaros que lucharon para liberarse de los austriacos en el Imperio Austrohúngaro y poder tener su propia nación. Él luchó con ellos y, curiosamente, llegó a México, en donde estableció el socialismo del siglo XIX. Él hizo en Chalco una escuela donde se trató de enseñar a los obreros y campesinos a leer y a escribir, a buscar cierta autonomía contra cualquier abuso de poder”.

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La autora relata que la forma en la que llegó a este personaje fue por un diplomado en historia que tomó. Fue entonces que, al ver que muy poca gente reconocía a este personaje que, en cierta manera sembró una semilla de la conciencia y lucha obrera en México, sintió la necesidad, como la protagonista de su novela, de buscarlo y saber más de él.

“Este personaje ha pasado absolutamente desconocido. Sólo se fijan en él los especialistas en historia. Muchas veces la historia la conocemos sólo por libros de historia, pero la literatura siempre nos ha permitido acercarnos de una manera más lúdica”, finaliza.