IRAPUATO, Gto. (OEM-Informex).- “Si yo fuera el personaje de un cuadro o de una pintura, me habría gustado que quien pintara esa obra fuera Dios”.
El último eslabón del muralismo mexicano, Salvador Almaraz López, murió y dejó un incalculable legado artístico no sólo en su ciudad, Irapuato, sino en México y países como Cuba o Chile.
En enero de 2018, durante una entrevista exclusiva con El Sol de Irapuato, dijo que, si él fuera el personaje de una pintura, le habría gustado que Dios fuera el autor de ella.
“No ambicioné nunca nada, porque todo lo tuve: tuve amigos, tuve buenos maestros, tuve amor, tuve a mis hijos. Tuve una buena vida”, contó en aquella entrevista.
En otra entrevista concedida a El Sol de Irapuato en febrero de este año, Salvador Almaraz dijo que tal vez él nació dibujando, pues los recuerdos que él tiene es de él tirado en el piso y haciendo lo que más le gustó en vida: dibujar y dibujar.
“Desde muy pequeño me gustaba tirarme en el suelo y con un papel y un lápiz que recogía de mis mayores hacía rayitas y me gustaba mucho pasar las horas haciendo eso. Por eso yo creo que nací dibujando”, contó.
Ese mural lo debo hacer yo
Salvador Almaraz platicó en diversas ocasiones con El Sol de Irapuato y en otra entrevista concedida en mayo de 2017, recordó que él tuvo un sueño y que fue el de pintar las escalinatas de la Presidencia Municipal, pues cada que iba a este lugar las veía abandonadas y no hacían justicia para lo hermoso que es el único palacio que tiene el municipio.
“Yo estaba en la Ciudad de México y un día me llamó un primo y me dijo ‘tu mural de la presidencia ya te lo van a ganar’ y entonces me sentí con la necesidad de venir aquí.
“Me presentaron ante el presidente municipal, un hombre de gran sensibilidad y le dije yo: ‘señor alcalde, sé que está contratando al pintor más importante de México, que es José Chávez Morado, pero ese mural lo debe hacer alguien de aquí y ese debo ser yo”.
No por nada, el mural de Las Revoluciones, que hizo en la Presidencia Municipal, fue su obra favorita hasta sus últimos días, días que decidió vivir en Irapuato, su Irapuato.
“El mural más importante y que todavía para mí representa una satisfacción es el que está en la Presidencia Municipal.
“Yo ya conocía el patio donde está a un lado una escalinata y justo ahí es donde hice mi primer mural ya con técnica moderna, ya con hechos y pasajes de la historia de México y Guanajuato y ese mural me gusta mucho porque está dedicado especialmente para Irapuato”, dijo.
Autodidacta y artesano
Salvador Almaraz dijo que así como él cree que nació dibujando, a la hora de pintar también fue un autodidacta.
“Yo mismo aprendí a combinar colores, empecé a ver técnicas y a usar las mías y lo mejor que pude haber hecho fue escuchar consejo de todos, para poder crear mi propio estilo”.
A El Sol de Irapuato, por ejemplo, le contó un pasaje poco conocido, como fue que el pintor guanajuatense Diego Rivera fue quien lo impulsó para perfeccionar su técnica creativa y le dio el secreto para ello: dibujar y dibujar y por último no dejar de dibujar.
“Él me alentó, diciendo: 'pues mira, muchacho, dibuja, dibuja siempre todo lo que puedas y verás que con el tiempo te vas a hacer buen dibujante”.
Un privilegiado
Salvador Almaraz contó también que es una de las pocas personas privilegiadas que lograron hacer toda su vida lo que le gustó desde pequeño: crear y pintar; imaginar y plasmar.
Por ejemplo, el logo que durante muchos años fue usado por la Plaza de Toros México, fue creado por él, a escondidas, sin su nombre, “pero la satisfacción que tuve es que sí lo imaginé, así lo plasmé y así se quedó”.
“Yo siempre seré un agradecido de poder haber realizado lo que me gusta, siempre agradeceré a la vida por haberme permitido pintar, por haberme dejado plasmar mis creaciones y que a parte de darme muchas satisfacciones, gustaron a las personas y eso no lo cambio por nada, porque eso es mío y con eso me quedo”.
El hombre que hizo que con sus obras Irapuato fuera más bonito ha partido, pero su legado, sus obras y su amor por su tierra permanecen, como también permanecerá el respeto, la admiración y el orgullo que sus paisanos le tienen a la persona que con su obra trascendió y siempre puso a su tierra en alto. (Con información de Dylan René).