Para que un pensamiento cambie el mundo, es necesario que primero cambie la vida de aquel que lo propone; sólo así serán proyectos que den vida. La queja es que en la actualidad faltan líderes que atraigan y sean ejemplo, no sólo por sus palabras, sino sobre todo por sus vidas. Estamos como ovejas sin pastor, sin saber qué hacer, hacia dónde nos dirigirnos y cómo vivir para sentirnos realizados y felices. Aquí aparece como fundamental la actitud que asume Jesús y todo aquel que quiera ser su discípulo: tener entrañas de misericordia, no levantar murallas frente al necesitado y estar dispuestos a compartir, a servir, a vivir para los demás. Hoy se nos presenta así Jesús: “Se compadeció de ellos porque andaban como ovejas sin pastor”.
Contentos y entusiasmados regresan los Doce de la misión. Fueron días de actividad, de predicación, de sanar enfermos, y ahora regresan eufóricos, queriendo continuar la misión. Una vez iniciado el trabajo apostólico se entra en una especie de torbellino que los lleva a buscar más y más actividad. Su alegría y entusiasmo es inmenso. Sin embargo, Jesús los llama y los invita a un momento de intimidad y cercanía, un momento de descanso y compartir. Es muy importante el trabajo y la misión, pero es más importante la persona. Se necesita retornar a las fuentes que dan energía; si no, terminará secándose, agotándose y será una campana hueca, que sólo sigue resonando pero que no tiene vida. La disponibilidad para entregar la vida no anula el derecho y la obligación de cuidar que la propia fuente no se gaste en un activismo sin alma que, en vez de liberar las energías, las consume y las agota. La propuesta de Jesús es el silencio, la compañía cercana, el diálogo. El estar en presencia de Jesús, la oración, el encuentro con Él, nos restituye fuerzas, nos alienta y restablece. ¡La oración no es tiempo perdido!
Esta cercanía y humanidad de Jesús nos debe hacer reflexionar a todos los que de alguna manera tenemos el oficio de pastor: sacerdotes, maestros, líderes, autoridades, padres de familia, responsables de grupos. Admiremos e imitemos la cercanía que Él tiene con sus discípulos. No rehúye el trabajo, no es irresponsable, pero sabe que está en relación con personas y no con máquinas. Es triste mirar la forma como vivimos y convivimos: yuxtapuestos, pero no relacionados; cada quien metido en su mundo. La televisión, el celular, la compu, las redes, ¡todo es para relacionarse y acaba aislándonos!
La otra enseñanza de Jesús es que no podemos ni debemos vivir con el corazón cerrado. Necesitamos abrir las ventanas, las de los sentidos y las del corazón, las de la mente y las del espíritu, las personales y las comunitarias, para darnos cuenta del dolor y el sufrimiento de los demás, para mirar que hay personas con hambre y maltrechas. Es la actitud fundamental de Jesús y de todo el que quiera ser discípulo suyo. Se requiere tener compasión y entrañas de misericordia. No levantar murallas para defenderse, aislarse y permanecer mirándose de forma narcisista. Se comparte de verdad con Jesús cuando se empieza a acoger y a compartir con el hermano. Claro que hay riesgo en amar y en entregar la amistad, pero siempre es preferible a salir lastimado por amar que acabar con el corazón entumecido y empedernido porque nunca se arriesgó en el amor. El amor siempre nos torna débiles y frágiles, pero es cuando somos más fuertes en la vida.
Hoy escuchemos las palabras de Jesús dirigidas también a nosotros: “Ven conmigo”. Hoy busquemos sentirnos envueltos en la mirada cariñosa de Jesús, llena de ternura y en unos brazos abiertos a pesar de nuestras miserias. Será éste un día especial para sentir su protección y cuidados. También, en esta oración, junto con Jesús, será una ocasión para mirar nuestras relaciones con los demás y nuestra capacidad para abrirnos y comprometernos con ellos. ¿Cómo y con quién comparto el regalo de la vida? ¿Con quiénes convivo y cómo me relaciono? ¿Hay alguien cercano a mí que se siente solo y no me he dado cuenta? Hoy nos dejamos amar por Jesús y abrimos nuestro corazón a los hermanos.
Obispo de la Diócesis de Irapuato
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