Para quienes asistimos el pasado debate presidencial organizado por el Instituto Nacional Electoral, hubo poco que rescatar para el análisis. Pocas propuestas y aún menos soluciones prácticas e inteligentes a graves problemas que enfrentaremos como país, sociedad y economía en los próximos años.
Algunos de ellos fueron planteados durante la transmisión del mismo por distintos ciudadanos a lo largo del país, ciudadanos y preguntas que dejaron entrever la realidad de nuestro gobierno e instituciones con preguntas maquilladas y escritas en cartulinas para que leyeran un guion, como si no existiesen millones de ciudadanos de a pie que no tengan en la punta de la lengua alguna situación actual que les gustaría que mejorase u algún apoyo que desearían que llegase, sumadas a las cientos de promesas que jamas han visto realizadas.
Un debate que se muestra tan polarizado como empobrecido; sin embargo, querido lector, usted debe mantener su opinión y principios sin importar lo que diga de nosotros, incluso a pesar de esta peligrosa polarización a la que se nos orilla, donde pareciera que matizar algo te convierte en automático en defensor de la idea contraria con la que absolutamente estás de acuerdo. A pesar de ello, hay que seguir haciéndolo, debemos seguir haciéndolo. Pese a que te acosen e insulten, querido lector, por decir lo que honestamente piensas, es un deber ético contribuir a un debate sano. La democracia debe sustentarse en la confrontación. El sesgo de confirmación es señal inequívoca de identidad de totalitarios.
Como en todo lo que se lee en esta columna, me gusta encontrar de toda situación algo positivo que compartir contigo y ese gesto llego casi al final de la intervención del candidato Jorge Álvarez Máynez, a quien hay que decir que quien lleva su campaña de marketing es un verdadero genio porque ha sabido utilizar hasta ahora y a la perfección la presente campaña electoral no para hacer ganador a su candidato, sino para posicionar de manera fuerte al partido para las elecciones de 2030, pero bueno, eso es sólo una percepción mía. Volviendo al gesto que no quiero dejar desapercibido, Álvarez Maynez aprovechó el ultimo minuto de su tiempo para despedirse con algo poco convencional, pero de lo más real que hemos visto en los últimos debates presidenciales, al leer una carta que fue escrita por su hijo en la que se leía algunos deseos como “que los niños y niñas no sean pobres, que todos puedan ir a la feria, que todos tengan una casa calientita y fresquita”.
La carta de Luciano nos da luz en medio de tanta oscuridad y duda, nos recuerda de la espontaneidad e inocencia que solo la da el ser niño y que se va perdiendo con el tiempo. Un niño no juzga, no critica, no toma partido, no maldice; apenas vive la vida concentrado en la belleza del momento o al menos así debería de serlo. Luciano, como muchos de nuestros hijos y nietos, pertenecen a esa generación post 2010, la generación Alfa.
Algunos piensan que mas bien debería ser la generación T, por la tablet con la que siempre cargan. Solo el futuro nos dirá cómo será, pero quienes tenemos contacto con ellos a diario sabemos que han llegado para tomar las riendas de nuestro mundo y nuestro país. Que han llegado para arrebatar y reclamar lo que es suyo, como lo han hecho conquistando el corazón de sus padres y abuelos.
Desde aquí deseo que hayan tenido un feliz Día del niño todos sus maravillosos hijos, así como Santiago, Noah e Izan. ¡Hasta la próxima!
Analista empresarial y director regional de Logística y Relaciones Comerciales de Palos Garza
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