El eventual regreso de Donald Trump al poder no es, en términos ideales, lo más deseable para los intereses de Estados Unidos y, menos aún, para los de México. Sin embargo, en el intrincado tablero de la política internacional, a veces lo necesario no es lo óptimo. Trump simboliza el populismo de derecha que ha ganado tracción en las democracias occidentales y, aunque sus políticas puedan ser controvertidas y divisivas, la necesidad de un contrapeso fuerte podría consolidarse como un factor de estabilidad en un contexto de incertidumbre mundial.
Una relación incómoda, pero predecible
Para México, la figura de Trump evoca recuerdos amargos: la amenaza de aranceles y la imposición de políticas migratorias estrictas. Sin embargo, en términos pragmáticos, la postura de Trump tiene un grado de previsibilidad y firmeza que resulta menos volátil que la diplomacia suave y a veces titubeante de otros actores. México podría, bajo esta administración, forjar estrategias para manejar sus efectos, sabiendo que Trump prioriza la negociación directa y entiende la economía bilateral como un juego de suma cero, donde ambas partes obtienen un beneficio con un costo equivalente.
Migración y soberanía: el tablero diplomático
En el tema migratorio, Trump representa una mano dura que podría parecer perjudicial para México. Pero paradójicamente, esta postura también impulsa a México a asumir un papel más activo en la región, planteando respuestas propias a la migración y fortaleciendo sus fronteras y políticas internas. Es innegable que México necesita desarrollar su sistema migratorio, no solo por las presiones externas, sino para consolidar su soberanía y tomar control de un fenómeno que ha definido sus políticas internas y externas.
Nacionalismo económico: un arma de doble filo
Trump es un impulsor declarado del “America First”, lo que parece una amenaza directa a las exportaciones mexicanas y a los empleos que dependen del comercio con Estados Unidos. Pero, en otro sentido, la presión sobre México podría catalizar un cambio hacia una mayor autonomía económica. La relación entre ambos países, si bien desigual, podría generar condiciones para una política económica que busque reducir la dependencia estructural de la economía mexicana respecto de Estados Unidos.
Despertar político y responsabilidad regional
Finalmente, el regreso de Trump coloca a México en una situación que requiere liderazgo claro y firme. El país ha tenido una tendencia a responder de manera reactiva ante las políticas estadounidenses. Un segundo periodo de Trump sería la oportunidad para que México asuma un rol más activo y, quizás, más maduro en América Latina. Bajo su mandato, Washington será menos tolerante con políticas débiles, lo que podría obligar a México a tomar decisiones de política exterior más estratégicas, a negociar en mejores términos y a cimentar su rol como potencia media en el hemisferio.
El retorno de Trump no es lo mejor para México en términos de su complejidad y sus demandas, pero es, en este momento, lo necesario. La presión de sus políticas puede dar el empujón que México necesita para fortalecer su economía, su soberanía y su posición en el panorama global.
Analista Político
israelaguilera.mx
@israguileramx