En la historia reciente de México, pocos nombres han resonado tanto como el de Genaro García Luna. El exjefe de la Agencia Federal de Investigación, quien alguna vez fue considerado un pilar en la lucha contra el narcotráfico, ha pasado de ser un funcionario respetado a un símbolo de la corrupción más profunda que permea el sistema de justicia y la política mexicana. Su condena en los Estados Unidos, que abarca cargos que van desde la conspiración para distribuir cocaína hasta la aceptación de sobornos para facilitar las actividades del Cártel de Sinaloa, deja un legado de preguntas incómodas.
El reciente fallo del Tribunal de Distrito del Este de Nueva York no solo confirma su culpabilidad, sino que también expone las maniobras desesperadas de García Luna para eludir la justicia. Intentos de soborno, fabricación de pruebas y la manipulación de testigos dentro del Centro de Detención Metropolitano son solo algunas de las estrategias que, según el tribunal, utilizó en un esfuerzo por anular su condena. Estas tácticas, que incluyen ofrecer millones de dólares a otros reclusos para que respaldaran historias falsas, no solo fueron descubiertas sino documentadas con pruebas irrefutables, como grabaciones y notas.
El caso también revela cómo García Luna intentó presentar documentos que supuestamente lo exoneraban al mostrar que había pasado controles de seguridad del gobierno estadounidense. Sin embargo, el tribunal desestimó estas afirmaciones, señalando que tales pruebas eran insuficientes y que el acusado estaba plenamente consciente de su existencia antes del juicio, lo que socava cualquier intento de catalogarlas como evidencias recién descubiertas.
El testimonio de testigos cooperantes, como Héctor Villarreal Hernández, un exfuncionario del estado de Coahuila, fue clave para la fiscalía. Aunque Villarreal Hernández admitió haber estado involucrado en actividades de lavado de dinero y otros delitos, su testimonio sobre los sobornos a medios de comunicación para favorecer a García Luna fue contundente. Pese a los intentos del acusado de desacreditarlo, alegando la existencia de una carta que vinculaba a Villarreal con nuevos delitos, el tribunal determinó que tal evidencia no habría alterado el resultado del juicio.
Un aspecto que no puede pasarse por alto es el súbito y casi unánime retiro de apoyo de aquellos columnistas y periodistas que, durante años, se contaban entre los supuestos amigos de García Luna. Muchos de estos comunicadores, que antes defendían su gestión y lo elogiaban públicamente, han optado por guardar silencio o incluso desmarcarse de cualquier relación con él. Esta deserción refleja no solo el temor a quedar asociados con una figura condenada por corrupción, sino también la fragilidad de las alianzas construidas sobre intereses, más que sobre principios.
Como adelantamos en este espacio, el juez Brian Cogan rechazó un nuevo juicio para Genaro García Luna en Estados Unidos. Reiteró hace unos días: “El acusado Genaro García Luna, exjefe de la Agencia Federal de Investigación de México, fue condenado por participar en una empresa criminal continua; conspiración para distribuir y poseer con la intención de distribuir cocaína; conspiración para la importación de cocaína; distribución internacional de cocaína; y por hacer declaraciones falsas. En esencia, el Gobierno demostró que Luna aceptó sobornos para facilitar y beneficiarse de las actividades del Cártel de Sinaloa, la organización de tráfico de drogas más grande y sofisticada de México. El juicio duró cinco semanas e involucró testimonios de altos miembros del Cártel y su contable, funcionarios mexicanos condenados, policías mexicanos no corruptos y agentes de la ley de EU que habían trabajado en México durante los eventos en cuestión”.