Al ver al coordinador de diputados de Morena, Ricardo Monreal, mover la cola, complacido, dando cuenta a López Obrador de aprobarse sus iniciativas por diputados serviles, recordé las pesadillas de George Orwell en “Rebelión en la granja” y “1984”: pronósticos realizados gradualmente en México.
A Monreal lo conocí en 1988, ambos diputados federales en la LIV legislatura. Él pegado, como perro faldero, a José Luis Lamadrid, diputado del PRI, a quien Salinas de Gortari encargó elaborar su contrapropuesta de reforma política. Yo tenía de Luis H. Álvarez, presidente del PAN, la tarea de elaborar, con docena de diputados, iniciativas de reforma constitucional y de un Código Electoral de los Poderes Legislativo y Ejecutivo de la Unión, CEPLEU o Código Azul, que presentamos en seguimiento a la exigencia de reforma democrática a Salinas, ilegítimo de origen. De ambas surgió el Código Federal de Instituciones y Procesos Electorales, Cofipe, en 1989.
José Luis Lamadrid era ágrafo. De pensamiento ordenado y crítico, capaz de expresión verbal, no de expresión escrita. Monreal era su escribano. Durante meses, en jornadas extenuantes, discutimos Lamadrid y yo, acompañados por relevos de diputados de cada bancada (en mi caso, el mayor tiempo por Juan Antonio García Villa y Gildardo Gómez V.), en la sede de la Secretaría de Gobernación, en el Palacio Legislativo, y recintos alternos, respectivas visiones. Y acordamos crear el Instituto Federal Electoral (IFE), un nuevo sistema que partió de sacar a gobierno y partidos de la definición de las mesas directivas de casilla, una credencial de elector confiable, entre otros componentes. Arturo Núñez Jiménez actuó todo ese proceso como escribano de lo discutido, en sede Gobernación. Monreal escribía para Lamadrid en el cuarto de al lado.
En 1997 volvimos a coincidir, en la LVII legislatura, donde el PRI perdió la mayoría de la Cámara de Diputados. Arturo Núñez era coordinador de los del PRI. En las bancadas opositoras se formó el G-4, mayoría de diputados federales. Los del PAN coordinados por Carlos Medina Plascencia; del PRD, por Porfirio Muñoz Ledo, más del PT y del Verde. Los del PRI, indigestos por no tener mayoría, querían impedir la integración de la mesa directiva de la cámara si no la presidían ellos. El “pastor del rebaño”, Núñez envió a Monreal como sabueso, a olfatear ambiente. El G-4 designó a Carlos Medina presidente de la Junta de Coordinación; y a Muñoz Ledo, de la Cámara, quien contestó el cuarto informe del presidente Zedillo. Núñez envío a Monreal a tribuna en repetidas ocasiones, a defender al presidencialismo priista como perros acosados.
Monreal y Núñez esperaban que el presidente Zedillo les pagara con candidatura a gobernador de Zacatecas y Tabasco. Zedillo no les encontró solvencia ético-política. Ambos, chaqueteros, se pasaron al PRD, fueron gobernadores de magros resultados. Al tiempo, Monreal también traicionó al PRD y se pasó a Morena: formado por quienes antes fueron del PRI, luego del PRD y hoy receptor de cualquier bribón o bribona converso que quiera seguir mamando de presupuestos públicos.
Monreal maniobró para complacer a Obrador (como antes a Salinas o a Zedillo), en ritmo y rumbo dictatorial. Trabajadores del Poder Judicial sitiaron el primer domingo de mes la sede de la Cámara de Diputados: con reflejos de dóberman, instaló sede alterna para aprobarle sus iniciativas, que extinguen órganos autónomos como INAI, CRE, Coneval y otras. Lo más grave: controlarán al Poder Judicial al darle derecho de proponer ministros al ejecutivo y legislativo morenista. El pueblo votará solo sus candidatos. Los tres poderes en una agrupación. Orwell lo vio venir. (A la par, Monreal intenta que su hija se agandalle la alcaldía de Cuauhtémoc en CDMX, que perdió en urnas. Parientes presumen huesos arrebatados, en catálogo inmobiliario conocido).
El sentido del honor, el respeto a uno mismo, nunca se debe perder. Monreal evidencia que está dispuesto llegar hasta la ignominia. Junto con otros -Noroña, Moreno, Velasco, Adán Augusto, Andy, Corral, Loreta-. Emergen nuevos pastores, carentes de ética de la responsabilidad, de la convicción, de ciencia y pericia. ¡Qué pesadilla! ¡Despertemos!
Analista político
@jalcants